En mi libro Universos: Los Rostros de Dios dedico  el Capitulo IX a incluir experiencias diversas que no se califican de científicas,sino pseudocientificas ,mediante las cuales ,quienes las  practican o creen en ellas suponen tener conocimiento privilegiado acerca de la creación del Universo,o bien, sobre aspectos diversos de su  funcionamiento.
He colocado esas explicaciones en un capitulo  aparte,porque se salen de la ortodoxia científica para caer algunas en explicaciones místicas, gnósticas,
Igualmente he tratado de explicar que las  experiencias conocidas como “expansión de la conciencia”aunque sean validas para  quienes las practican tienen el serio inconveniente de que no son fuente de  conocimiento pues no son repetibles en laboratorio.
Ahora en esta revisión de planteamiento formulados  en el libro mencionado, estoy incluyendo artículos mas recientes que ahondan  en aspectos que para mi son importantes para aclarar propuestas contenidas  en la obra en mención.
Tal es el caso del anuncio de que se ha encontrado el  "Gen de Dios ”es decir un supuesto gen responsable de la experiencia de Dios.  Sobre este particular en el sitio de ACEPRENSA , aparece este articulo que ahonda  en el tema.  
¿Dios en el  cerebro?
Luis María  Gonzalo Sanz...(sigue)
Publicado en Aceprensa, servicio 016/07, 14-02-2007.
http://www.aceprensa.com/art.
Publicado en Aceprensa, servicio 016/07, 14-02-2007.
http://www.aceprensa.com/art.
De un tiempo a  esta parte no es   infrecuente encontrarse artículos, tanto en revistas científicas como  de   divulgación, con títulos como éstos: 
God on   the brain (Dios en el cerebro)1   
The "God" part of the brain (Dios parte del cerebro)2
Neurotheology (Neuroteología)3
Biological basis of spirituality (Base biológica de la espiritualidad)4
The "God" part of the brain (Dios parte del cerebro)2
Neurotheology (Neuroteología)3
Biological basis of spirituality (Base biológica de la espiritualidad)4
Tal como los  títulos hacen suponer,   los autores, basados en observaciones clínicas y experimentales,  suponen que   las experiencias religiosas, atribuidas por la gente al diálogo con  Dios, son   debidas a fenómenos neurológicos de nuestro cerebro. La conclusión que  suelen   sacar es que no es Dios el autor de tales fenómenos sino nuestro  cerebro, en   definitiva, que no es Dios quien nos ha creado sino nosotros los que  creamos   a Dios. Veamos cuales son las experiencias en que se basan. 
Cerebro y  experiencias religiosas 
Los neurólogos  vienen observando   que los epilépticos, con focos epileptógenos en el lóbulo temporal,  perciben   escenas (en el aura que suele preceder a los ataques) y alucinaciones,  que   reproducen de forma más o menos distorsionada hechos vividos con   anterioridad. Es conocido el caso descrito por Penfield5.   Se trataba de una joven de 14 años, que padecía ataques epilépticos.  El aura   más frecuente era una alucinación, que le hacía revivir uan escena  ocurrida   hacía 7 años. Era la siguiente: Un día de primavera, iba andando con  sus   hermanos pequeños por el campo. En un momento determinado, un hombre  se   acercó por detrás, sin que ella lo advirtiera, y le dijo: ¿quieres que  te   meta en este saco con los caracoles? Ella se llevó un tremendo susto y  echó a   correr, pidiendo auxilio. A partir de los 11 años en que comenzaron  los   ataques epilépticos. éstos iban precedidos con gran frecuencia de la   alucinación descrita. 
Como la  epilepsia de esta muchacha   respondía mal al tratamiento farmacológico, se vio conveniente la   intervención neuroquirúrgica para extirpar el foco epileptógeno (que  la   exploración neurológica situaba en el lóbulo temporal derecho).  Penfield fue   el encargado de la operación. Bajo anestesia local, hizo una  craniotomía   temporal en el lado derecho, incidió la duramadre y puso al  descubierto una   serie de adherencias entre la aracnoides y la duramadre a nivel de la  primera   circunvolución temporal. Eran restos de una antigua hemorragia, que  protruían   y presionaban la corteza temporal subyacente, y eran los responsables  de los   ataques epilépticos. Como la muchacha estaba consciente y podía  referir las   sensaciones y alucinaciones que percibía, Penfield estimuló con un  fino   electrodo las zonas próximas al foco epileptógeno y la respuesta, en  varios   de los puntos estimulados, fue la alucinación de los caracoles. 
Michael  Persinger6   es uno de los neurólogos, que ha recogido de sus pacientes con  epilepsia   temporal relatos de alucinaciones de tipo religioso. Dos de los  relatos   frecuentemente aludidos son los de Rudi Affolter y de Gwen Tihe, ambos   padecían epilepsia temporal. Él es ateo y cuenta que experimenta   alucinaciones como si realmente se estuviera muriendo. Ella es  cristiana y la   alucinación que padece es que da a luz a Jesucristo. 
Algunos han  querido reproducir   experimentalmente estas auras epilépticas mediante estimulación de la  corteza   temporal. Michael Persinger lo hacía con un campo magnético de débil   intensidad y los sujetos de experimentación referían que notaban como  si en   la habitación en que se encontraban hubiera algún ser no corporal,  experimentaban   a veces una iluminación repentina, o temor espiritual, pérdida de la  noción   de tiempo, etc. Por su parte, un investigador suizo, mediante  "electric   zaps" a la altura del gyrus angularis (zona de confluencia del lóbulo   temporal y el lóbulo parietal), aplicados a una epiléptica, ésta   experimentaba la sensación de "fuera del cuerpo" a la que enseguida   me voy a referir. 
Si la epilepsia  temporal produce   experiencias religiosas, algunos autores han pensado que las  experiencias   místicas de ciertos santos, como San Pablo, Juana de Arco, Santa  Teresa de   Jesús, etc. posiblemente fueron provocadas por el "pequeño mal"   (ataques epilépticos débiles), es decir que lo que se atribuye a una  unión   mística con Dios se reduce, según ellos, a una actividad patológica de  la   corteza cerebral. Se cita el caso de Ellen White (nacida en 1827),  quien a la   edad de 9 años padeció un traumatismo craneoencefálico, que provocó un  cambio   de su personalidad y comenzó a tener visiones religiosas. Éstas le  llevaron a   fundar el Movimiento Adventista del Séptimo Dia 
Otra fuente de  información, para   conocer la génesis de las experiencias religiosas, la ofrece la  neuroimagen,   en sujetos que hacen meditación. La neuroimagen, ya sea la PET  (Positron   Emission Tomography) o bien la RMf (Resonancia Magnética funcional)  permite   conocer cuales son las áreas o centros nerviosos que se activan cuando   realizamos actividades físicas o intelectuales. Newberg y col.7   han registrado las áreas cerebrales que se activaban en 14 monjes  budistas   tibetanos y en M. Baime (que desde los 14 años hace meditación zen).  Algo   parecido ha hecho Austin8   valiéndose asimismo de monjes tibetanos. En todos estos casos se vio  que se   activaba el lóbulo temporal mientras que en el lóbulo parietal  disminuía la   actividad. Como el lóbulo parietal tiene que ver con la orientación   espacio-temporal, concluyen que la sensación de levitación, de estar  fuera   del espacio y del tiempo, que suelen experimentar los místicos, se  debe a la   falta de actividad de este lóbulo. 
El Gen de  Dios 
En 2004, Dean  Hamer publicó (ed.   DoubleDay) un libro titulado: "The God gene", libro, que a finales   de 2006, la editorial Esfera de los Libros, lo ha publicado en  español. El   núcleo del libro lo constituye el trabajo experimental que Hamer y   colaboradores hicieron con un grupo de sujetos. Buscaron si en  aquellos que   mostraban mayor inclinación a la "self transcendence", al   misticismo (en la significación que Hamer da a este término: facilidad  para   salir de sí mismo, sensación de estar en conexión con un amplio  universo y   con una mente abierta a sucesos no fácilmente explicables) alguna   modificación genética en alguno de los 10 genes que investigaron. El   resultado fue que en los individuos con mayor tendencia al misticismo   aparecía, con más frecuencia que en los demás, una variante en el gen  VMAT2   (variante 3305). Esa variante implicaba un aumento en el número de  receptores   monoaminérgicos, alguno de los cuales favorece la "self   transcendence". 
A ese gen es al  que ha denominado   el "gen de Dios". A pesar de que la propaganda del libro hace notar   que el autor es uno de los más prestigiosos genetistas mundiales, una  lectura   objetiva de lo que Hamer nos cuenta, no puede menos de detectar graves   lagunas e imprecisiones. En primer lugar, que cualquier función  cerebral,   aunque sea de escasa importancia, está controlada por bastantes genes y  el   "Gen de Dios" no va a ser único que interviene en esa importante   misión. En segundo lugar, los neurotransmisores a los que alude  desempeñan   múltiples funciones según el centro nervioso en el que se liberan y,  desde   luego, no se puede hablar de que produzcan experiencias místicas. Con  más propiedad   que "gen de Dios" se podría hablar de "drogas de Dios"   pues hay varias sustancias psicodélicas que producen la sensación de  la   "self transcendece" de la que habla Hamer. 
Este genetista,  ya publicó en 1993   un trabajo sensacionalista hablando del gen de la gaycidad. Según él,  en los   gays se encuentra con frecuencia una variante en el gen Xg28,  localizada en   el brazo largo del cromosoma X. Tales resultados los quisieron  replicar   varios genetistas (entre otros George Ebers, de la Universidad Western  de Ontario   y N. Rish) y no pudieron confirmar los resultados de Hamer, que tuvo  que   decir que los suyos eran preliminares y que el componente genético  sólo   representaba entre un 5 y un 8% en la inclinación hacia la  homosexualidad. 
En este último  trabajo se cura en   salud diciendo que además de su gen, posiblemente habrá otros más, que   también influyan en la personalidad "self transcedent" y que al   hablar del "Gen de Dios" no niega la existencia de Dios. Más bien   podría probarla en cuanto que hay un gen que favorece la inclinación a  las   cosas trascendentes. 
Cómo se  explican, neurológicamente, las experiencias   religiosas. 
En la  meditación (me voy a referir   a la cristiana, que entre los occidentales es la habitual) siempre se  parte   de la consideración de escenas de la vida de nuestro Señor, o de  experiencias   vividas. Tal consideración supone la activación de los centros de la  memoria   (cara medial del lóbulo temporal), y esos recuerdos activan a su vez  las   áreas de la corteza prefrontal y de la amígdala, relacionadas con el  mundo   afectivo-emotivo. Estas activaciones son las que observan los que han   registran la actividad cerebral durante la meditación. Naturalmente,  la   intensidad de activación de todos esos centros corticales varía según  la   fuerza con que se viven las escenas que han sido traídas a la memoria.  Es lo   mismo que ocurre cuándo, en vez de considerar motivos religiosos, se   recuerdan hechos de la vida pasada. 
En ello no hay  nada extraordinario   y es que "la experiencia religiosa" entra en la categoría de los   fenómenos de la vida ordinaria. Algo distinto es el caso de los  místicos, que   no por esfuerzo personal sino porque son arrebatados por Dios, llegan  al   estado unitivo con nuestro Creador. Estos éxtasis, lógicamente, no los   experimentan todos aquellos que hacen meditación sino muy pocos, los  que Dios   se lo concede cuando quiere. 
Los místicos,  desde luego, no se   prestarían a que registraran su actividad cerebral con alguno de los  métodos   de neuroimagen. No lo harían, por un lado, por humildad y, en segundo,  porque   nadie sabe cuando pueden tener lugar. Además, por ocurrir fuera del  cuerpo,   no se registraría ningún cambio en la actividad bioeléctrica del  cerebro. De   aquí que atribuir los éxtasis de algunos santos, como los antes  mencionados,   al "pequeño mal", es querer explicar todo bajo el punto de vista de   la pura materia, negando a priori cualquier hecho o  intervención   sobrenatural. Explica, esta manera reduccionista de entender la vida,  que los   científicos materialistas piensen que los que meditan o rezan,  procurando   dirigirse a Dios, atribuyan a Dios lo que no es más que un fenómeno  natural.   De ahí que titulen algunos trabajos como mencionábamos al inicio de  este   artículo: Dios en el cerebro, o Dios parte del cerebro, y que  mencionen este   tipo de estudios como Neuroteología, nombre que ya propuso Aldous  Huxley en   su novela "Island". 
Otro fenómeno  que algunos   relacionan con experiencias religiosas es lo que se viene denominando   "Out body experience" (experiencia de fuera del cuerpo) al que   brevemente me voy a referir a continuación. 
Sensación de  "fuera del cuerpo" 
La sensación de  fuera del cuerpo la   suelen describir los que la han experimentado, como si su yo, o su  alma,   hubiera salido del cuerpo, y que ven y observan las cosas, incluso el  propio   cuerpo, desde fuera de él. También suele ser corriente que describan  la   visión de una luz potente, de vagar por el cosmos, de sentir una gran  paz,   etc. Susana Blackmore9,   que ha estudiado este fenómeno, lo achaca a que, por la razón que sea,  no   llegan a las áreas sensoriales del cerebro los correspondientes  impulsos, por   lo que al faltar la información de nuestro cuerpo y mantenerse la  capacidad   de imaginar, de recordar, etc. se experimenta el "yo" descorporeizado   y como vagando en el espacio. 
Tales  sensaciones de "fuera   del cuerpo" se dan con más frecuencia en los epilépticos que en los   sujetos normales, así como en los que se encuentran en trance próximo a  la   muerte, también los cardíacos, que fueron resucitados de muerte  clínica, lo   suelen experimentar en un 12% de las casos, según un estudio holandés.  
Experiencias  parecidas a   "fuera del cuerpo" se tienen, a veces durante el sueño REM, fase en   que la relajación muscular es máxima, y en la transición del estado de   duermevela al primer estadio del sueño. En todas estas situaciones de   relajación muscular, al llegar muy escasas sensaciones propioceptivas  al   córtex de la sensibilidad general, y, por otra parte, las sensaciones   visuales, acústicas, etc. están muy reducidas, se crea una situación  propicia   para llegar a la sensación de incorporeidad.  Lo que es  falso es admitir, como algunos han   hecho, que en ciertos casos de "experiencia de fuera del cuerpo"   haya habido una muerte real y por tanto una separación alma-cuerpo. 
A manera de  conclusión 
Los  neurocientíficos ateos, al no   admitir la existencia de Dios, ni que el hombre sea un ser dotado de  alma   espiritual, se ven obligados a una interpretación sesgada de los  hechos que   trascienden la materia: tienen que explicar las experiencias  religiosas y el   estado místico como simple actividad del cerebro. Son, pues, según  ellos, los   que meditan y los místicos quienes, a partir de unos simples fenómenos   neurobiológicos, crean a Dios. Es habitual que los reduccionistas no  se   planteen si su postura es acientífica, al admitir como única realidad  la   materia, más bien sucede lo contrario, toman a los que, además de la   "fisis", piensan que existe lo metafísico, como acientíficos,   incluso de forma velada los llegan a considerar retrasados mentales.  No   quieren darse cuenta de que, para que fueran admitidas como  científicas sus   conclusiones, tienen que demostrarlas experimentalmente10,  y son numerosos los hechos, no sólo en lo que respecta a   la actividad mental sino también en la evolución, que no son capaces  de   demostrarlos ni lo podrán demostrar desde su visión reduccionista. 
Notas 
(4) Ashbrook JB, Albright R. The humanizing  brain: Where   Religion and Neuroscience meet. Pilgrim, 1999. 
(7) Newberg A, d’Aquili E, Rause V. Why God  won’t go away:   Brain, Science and Biology of Belief. Ballantine Books, 2001. 
(8) Austin JH. Zen and the brain: Toward an  understanding of   meditation and consciousness. MIT Press, 1999. 
 
 
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