sábado, 22 de mayo de 2010

Reconocimiento de Theilhard de Chardin

Reconocimiento de Theilhard de Chardin

Durante mi época de inquietud espiritual y científica ,terminos antagónicos que buscaban repelerse al influjo de pensamientos diametralmente opuestos, llega a mis manos un librito insignificante: “Himno al Universo”escrito por un sacerdote jesuita : Pierre Theilhard de Chardin . Su lectura, que luego seria nada mas que el inicio de un consumo voraz de toda su obra publicada hasta 1955 coincidiendo con su muerte, llegaría a mi por medio de la Biblioteca Labor, con sedes en Barcelona y Buenos Aires.
A la par del pensamiento de Chardin pude conocer muchos pensamientos de científicos impactados por su pensamiento y fue el primer intento de conciliación entre la Ciencia y la fe.
En mi obra Universos: Los Rostros de Dios hago amplia inserción de su pensamiento enmarcándolo en escenarios distintos. Siempre me ha llamado la atención la actitud de la iglesia que sin enviar sus obras al Indice o excomulgarle , le aplicaría una medida drástica: separarle de su labor y desterrarlo a la China y a la India a proseguir su labor de científico - que también lo era - en el campo de la antropología.
Tengo claro que la iglesia no piensa rehabilitarle pero no tengo duda alguna que su pensamiento distinto, original, cósmico, representa un eslabón que une Ciencia y Fe.
En mi libro pueden seguirse los entresijos que fui entresacando de diversas obras . Aquí complemento lo escrito con lo que encuentro en Wikipedia:

Biografía
Nace en Sarcenat (Auvernia, Francia) en 1881 y muere en 1955 en Nueva York. Es el cuarto hijo de una familia numerosa. Su padre, naturalista aficionado, influye decisivamente en su vocación profesional; y la religiosidad de su madre en su formación espiritual. Cursa los estudios de ciencias y letras en el colegio jesuita de Mongré (Villefranche-sur-Saône). En 1899, a los 18 años de edad, ingresa en el noviciado jesuita de Aix-en-Provence. Allí, y más tarde, en 1908, en el colegio jesuita de Hastings (cerca de Piltdown, Gran Bretaña), cursa estudios de teología, tras los cuales es ordenado sacerdote.
Es en esa época, durante su estancia en Gran Bretaña, en 1909, cuando conoce al naturalista Charles Dawson con quien compartirá la afición por la paleontología. Y es en 1912 cuando Chardín se ve envuelto en el escándalo del Hombre de Piltdown. Le une a este escándalo el hecho de ser uno de los primeros en conocer el descubrimiento de su amigo. El descubridor del supuesto hombre de Pitdown fue Charles Dawson, y Dawson junto a Smith Woodward, paleontólogo del Museo Británico de Londres fueron quienes lo presentaron a la Sociedad Geológica de Londres. No obstante, han sido muchos los intentos (después de que Teilhard adquiriera relevancia, no antes) de, con mayor o menor sutileza, unir su figura a aquél fraude, en unas ocasiones insinuando su participación, en otras, el conocimiento del mismo.
En 1912 entra a trabajar en el Museo de Historia Natural de París, trabajando junto a Marcellin Boule, paleontólogo quien había exhumado el primer esqueleto completo de un neandertal. En el Instituto de Paleontología Humana entabla amistad con Henri Breuil y participa con él (en 1913) en excavaciones en la, entonces recientemente descubierta (1903), Cueva de El Castillo de Puente Viesgo (Cantabria, España).
Entre 1914 y 1919, permanece movilizado en el frente como camillero recibiendo la Medalla al Merito Militar y Legión de honor. En 1916 y 1919, publica sus primeros trabajos : La vida cósmica y El potencial espiritual de la materia. En ellos ya se transluce lo que será el núcleo de su pensamiento.
De 1922 a 1926, obtiene en La Sorbona tres licenciaturas de ciencias naturales: geología, botánica y zoología, y alcanza el doctorado con su tesis Mamíferos del Eoceno inferior francés y sus yacimientos. En 1923 realiza su primer viaje a China por encargo del Museo de París. Otra vez en París, imparte clases como profesor en el Instituto Católico. Un artículo suyo sobre el pecado original es la causa de sus primeros enfrentamientos con la Ciudad del Vaticano. Se ve obligado a abandonar la enseñanza.
Regresa a China donde en Zhoukoudian participa, junto a Henri Breuil, en el descubrimiento del Sinanthropus u hombre de Pekín —actualmente Homo erectus pekinensis—, el pariente más cercano del Pithecanthropus u Hombre de Java —actualmente Homo erectus erectus—. Breuil y Teilhard descubrieron que el hombre de Pekín era un fabricante de herramientas de piedra y que manipulaba el fuego.
En 1931 participa en el Crucero amarillo recorriendo el Asia Central, una peligrosa aventura científico-deportiva organizada por André Citroën para promocionar sus vehículos. Hasta 1951, que se establece en Nueva York, prosigue una intensa actividad científica marcada por numerosos viajes de estudios: Etiopía (1928), los Estados Unidos (1930), la India (1935), Java (1936), Birmania (1937), Pekín (1939 a 1946), Sudáfrica (1951 y 1953). Teilhard contribuyó fuertemente a la constitución de una red internacional de investigación en paleontología humana.
En 1951 ingresa en la Academia de las Ciencias de Francia. Muere en Nueva York, el 10 de abril de 1955, el día de Pascua. Un año antes, durante una cena en el consulado de Francia de esa misma ciudad, confió a sus amigos: “Mi deseo sería morir el Día de La Resurrección”. Gran parte de su obra fue publicada con carácter póstumo por Jeanne Mortier, a la que nombró su albacea para temas editoriales. Esta obra ocupa trece volúmenes.

El pensamiento de Teilhard
El biólogo Francisco J. Ayala realiza una síntesis sobre el pensamiento de Teilhard de Chardin y lo reduce a cuatro puntos básicos:[1]

El tiempo: la cuarta dimensión
Antes de la aparición de la teoría de la evolución, predominaba la imagen de un universo estático, formado totalmente desde sus lejanos comienzos. Por el contrario, con la evolución aparece la dimensión “tiempo”, como un actor principal, ya que el cambio es lo esencial y lo estático es lo inexistente.
La evolución universal
Para Teilhard, no sólo la vida, sino la materia y el pensamiento están también involucrados en el proceso de la evolución. De ahí que es necesario atribuirle a dicho proceso un sentido.

Principio de complejidad-conciencia
El sentido de la evolución, que involucra tanto la materia, como la vida y el pensamiento (o el espíritu), está comprendido en un principio descriptivo de la mayor generalidad: la tendencia hacia el logro de mayores niveles de complejidad y, simultáneamente, al logro de mayores niveles de conciencia.

Omega: la meta de la evolución
A partir de la tendencia del universo, guiado por la Ley de complejidad-conciencia, Teilhard vislumbra el Punto Omega, al que define como “…una colectividad armonizada de conciencias, que equivale a una especie de superconciencia. La Tierra cubriéndose no sólo de granos de pensamiento, contándose por miríadas, sino envolviéndose de una sola envoltura pensante hasta no formar precisamente más que un solo y amplio grano de pensamiento, a escala sideral. La pluralidad de las reflexiones individuales agrupándose y reforzándose en el acto de una sola reflexión unánime”.[2] .
La evolución entonces se estaría convirtiendo en un proceso cada vez más opcional.[2] Teilhard señala así los problemas sociales del aislamiento y de la marginalización como inhibidores enormes de la evolución, ya que la evolución requiere una unificación del sentido. Ningún futuro evolutivo aguarda a la persona si no es en asociación con los demás[2] .

Fuera de la ortodoxia católica
En 1958,Theilard ya había muerto, el Padre Janssens informó a la Compañía de Jesús, que un decreto del Santo Oficio, dirigido por el cardenal Ottaviani, requirió las congregaciones retirar de todas las bibliotecas las obras de Teilhard. El documento dice que los textos del jesuita "representan ambigüedades e incluso errores tan graves que ofenden a la doctrina católica" por lo que "alerta de clero para defender los espíritus, en particular de los jóvenes, de los peligros de las obras de P. Theilard de Chardin y sus discípulos".

Contradicción entre la Iglesia y Chardin:

El Padre Castellani enumera en los siguientes puntos las fallas de su pensamiento desde una perspectiva católica:
1. El transformismo darwiniano dado como verdad cierta.
2. La negación de la Parusía o Segunda Venida de Cristo tal como la entiende la Iglesia.
3. La negación de la Redención por la obra personal de Cristo.
4. La negación del pecado original, a la manera de Pelagio.
5. Monismo materialista evolucionista parecido al de Spencer y Haeckel.
6. Panteísmo sutil a la manera de Bergson.
7. Interpretación modernista de todos los Sacramentos, empezando por la Eucaristía, a la manera de Guenther.
8. Negación del fin primario del Matrimonio y constitución del fin primario del matrimonio en la “ayuda espiritual mutua de los esposos”.
9. Aprobación de los medios contraconcepcionistas en el matrimonio, a la manera de Malthus.
10. Negativa implícita de la autoridad de la Iglesia para definir, a la manera de Loisy, Tyrrel y otros[3]

En 1962, bajo Juan XXII, la Congregación del Santo Oficio emitió otro monitum (advertencia) severo:
Varias obras del P. Pierre Teilhard de Chardin, algunas de las cuales fueron publicadas en forma póstuma, están siendo editadas y están obteniendo mucha difusión. Prescindiendo de un juicio sobre aquellos puntos que conciernen a las ciencias positivas, es suficientemente claro que las obras arriba mencionadas abundan en tales ambigüedades e incluso errores serios, que ofenden a la doctrina católica. «Por esta razón, los eminentísimos y reverendísimos Padres del Santo Oficio exhortan a todos los Ordinarios, así como a los superiores de institutos religiosos, rectores de seminarios y presidentes de universidades, a proteger eficazmente las mentes, particularmente de los jóvenes, contra los peligros presentados por las obras del P. Teilhard de Chardin y de sus seguidores.
Sebastianus Masala, Notario. 30 de junio de 1962. (AAA 54, 1962,526)

José María Iraburu afirma que "la rehabilitación de Teilhard de Chardin es imposible, considerando la enorme gravedad de sus errores.[4] " Y se reafirma con el comunicado de prensa que la Santa Sede[5] donde se declara:
"[...] Después de haber consultado al Cardenal Secretario de Estado y al Cardenal Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, quienes, por orden del Santo Padre, habían sido debidamente consultados de antemano, acerca de la carta en cuestión, estamos en condiciones de replicar por la negativa.[...]
L’Osservatore Romano 20-7-1981

Valoraciones positivas
Varios teólogos católicos han sin embargo apreciado la obra de Teilhard. En 1962 en El pensamiento religioso del padre Teilhard de Chardin, el jesuita Henri de Lubac, aunque reconoce que no comprendía bien el papel de la socialización en el pensamiento de Teilhard, destaca la continuidad de Teilhard con la tradición de la Iglesia.
El Papa Paulo VI en un discurso sobre la relación entre fe y ciencia se refiere a Teilhard como un científico que acaba de estudiar este asunto y pudo "encontrar el espíritu", de manera que su explicación del universo manifiesta "la presencia de Dios en el universo en el principio inteligente y Creador"[6] .

Más recientemente, en 1987, el cardenal Ratzinger, el ahora Papa Benedicto XVI en sus Principios de Teología Católica admitió que uno de los principales documentos del Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes fue permeado por el pensamiento del jesuita francés. Benedicto XVI ha afirmado también también que Teilhard tuvo una gran visión, que culmina en una verdadera liturgia cósmica, en la cual el cosmos se convertirá en una hostia viviente[7] .

COLOFON: En el ano 1996 cuando la Iglesia acepta la Evolución darviniana y cuando hace un mea culpa de su acción hacia galileo muchos esperamos que el tercer acto seria rehabilitar a Chardin. No fue posible. Albergo la esperanza de que así suceda.

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