viernes, 11 de noviembre de 2011

Las Cosmologías de Penrose y Hawking

Autor: Rafael Alemañ , Agrupación Astronómica de Alicante
Temas: Cosmología, Ciencia

Cerca ya del final de 2010 llegaron al el mercado editorial español dos fascinantes libros dedicados a la ciencia del universo, con interesantes consecuencias sobre nuestra comprensión del cosmos e incluso del papel que juega en él la conciencia humana. Ambos textos estaban escritos por dos de los más célebres especialistas británicos en el tema; Stephen Hawking en colaboración con Leonard Mlodinow, firmaba El Gran Diseño, en tanto su compatriota Roger Penrose nos presentaba sus últimas reflexiones sobre cosmología en Los Ciclos del Tiempo. Se trata de dos obras planteadas desde muy diferentes perspectivas, pero que sin embargo conviene considerar en conjunto ya que las diferencias pueden ser tan ilustrativas como las similitudes entre ellas.

El “diseño de Hawking”
La evolución de sus opiniones sobre la búsqueda de una teoría final para la unificación de las fuerzas fundamentales, parece haber llevado a Hawking –para decepción de sus seguidores– a una visión francamente opuesta a la que ha inspirado toda su carrera científica, cuestionando la metodología científica que él mismo siempre defendió. Eso se desprende del libro escrito a medias con Mlodinow, donde se manifiesta favorable a la más reciente versión ampliada de las supercuerdas, y a todas las repercusiones filosóficas que de ellas cabe extraer. Al final del primer capítulo, se puede leer un parágrafo sumamente interesante (Hawking y Mlodinow, 2010a)

Describiremos cómo la teoría M puede ofrecer respuestas a la cuestión de la creación. De acuerdo con la teoría M, el nuestro no es el único universo. En su lugar, la teoría Mpredice que una gran cantidad de universos fueron creados de la nada. Su creación no requirió la intervención de algún ser sobrenatural o dios. Más bien, esos múltiples universos surgieron naturalmente de la ley física. Son una predicción de la ciencia. Cada universo tiene muchas historias posibles y muchos posibles estados en tiempos posteriores, es decir, en tiempo como el presente, mucho después de su creación. La mayoría de estos estados serán muy diferentes del universo que observamos e inadecuados para la existencia de cualquier forma de vida. Solo unos pocos permitirían existir a criaturas como nosotros. Así, nuestra presencia selecciona en este vasto repertorio solo aquellos universos que sean compatibles con nuestra existencia. Aunque somos endebles e insignificantes en la escala del cosmos, esto nos hace en cierto sentido los señores de la creación.


Además de la confusa mezcla de hipótesis físicas y premisas metafísicas oculta en estas líneas, el fragmento anterior revela dos puntos capitales que han levantado las reticencias de una parte considerable de los colegas de Hawking. En primer lugar, es obvio que las esperanzas de Hawking sobre una posible unificación de las fuerzas fundamentales de la naturaleza –empresa a la que él se dedicó con optimismo durante muchos años– se han depositado en la teoría M. Esta teoría es en realidad una familia de modelos que contiene una cantidad abrumadora (entre 10100y 101000) de versiones distintas. Aunque dispusiésemos de los medios técnicos para comprobarlas todas –y no los tenemos a causa de las exorbitantes energías necesarias– sería prácticamente imposible decidir si alguno de ellos, o ninguno, se corresponde con el cosmos real. Por 2esos motivos, los defensores de la teoría M arguyen que la ciencia debe abandonar su método, basado en al corroboración experimental de las especulaciones teóricas, y aceptar simplemente lo que dicen ellos –la teoría M– por razones tan difusas y discutibles como la estética formal, la belleza matemática o la versatilidad explicativa. Afortunadamente la mayoría de la comunidad científica no admite –de momento– que se ofrezca una completa destrucción de la racionalidad científica a cambio de apuntalar una teoría que cada vez más parece sustentarse únicamente sobre las aspiraciones profesionales de quienes trabajan en ella.


(Sigue en el PDF adjunto) Tomado de Red Cientifica, España.-

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