IV CONGRESO MUNDIAL DE METAFÍSICA
Presentación.- En la Conferencia de Clausura del Congreso, a cargo del Prof. Jose Maria Lopez Sevillano afirma que en el "Modelo de Fernando Rielo" este distingue tres momentos de la creación:
a) El primer momento es el Big-bang de la materia, que en su evolución se abre
a la vida.
b) El segundo momento es el Big-bang de la vida, que en su evolución se abre al
espíritu.
c) El tercer y postrer momento es la creación del espíritu en la concepción de un
ser humano.
Analizados estos tres aspectos la vida -al y como la conocemos,la percibimos,la captamos ,la sentimos tiene sentido y no como afirman los materialistas es un resultado probabilista en el que tan solo participan el azar o una concatenación de accidentes.
El Prof. Lopez Sevillano es sumamente claro en reiterar el "Modelo de Rielo" ,también conocido como Modelo Genético porque en el se entrecruzan tres variables que no se dan por casualidad: el soma,la psique y el espíritu.
En mi obra: Universos: Los Rostros de Dios que se incluye en este blog, justamente termino señalando que la Cosmologia per se nos deja insatisfechos cuando todo se tiende a reducir a formulas matemáticas y a constantes físicas ,haciendo que la Vida que surge en el momento de Creacion (Fe) o en el Modelo de Big Bang (Ciencia), quede sujeta a variables que participan tanto de la metafísica de la que dicen huir los científicos, como de la ideología (agnosticismo) que les atrapa cuando no es posible reducir el concepto Dios a ecuaciones.
Es por tal razón que encuentro que el modelo de Rielo ,sumamente sencillo ,contiene una verdad inconmensurable: la verdad de la Vida.
Implicaciones del Modelo Genético en las áreas experiencial y experimental de las ciencias
( Extracto )
Conferencia de Clausura del Congreso, a cargo del Prof. José María López Sevillano ,
Roma, 7 de noviembre de 2009.
..."La primera precisión que debemos tener en cuenta acerca del Modelo Genético
de Fernando Rielo es que es un modelo absoluto o metafísico cuya presentación viene
dada por la concepción genética del principio de relación.
Cuando ordinariamente hablamos de lo genético, nos referimos a la información
codificada de la vida orgánica, a su transmisión hereditaria o al origen y desarrollo de las características que controlan su proceso. Metafísicamente, estamos refiriéndonos a la vida absoluta; por tanto, a la génesis e influjo sobre todo lo que es vida y sobre todo aquello que limita, condiciona y posibilita el desarrollo de la misma.
Si hemos de tratar acerca de la vida, de la ciencia o de la experiencia humana,
como de cualquier otro tema de importancia para nuestra reflexión, debemos tener en
cuenta un modelo absoluto desde el cual todo adquiera unidad, dirección y sentido.
Contribuyen a la búsqueda de este modelo absoluto las filosofías y las religiones.
Por eso, cuando hablamos de algo, debemos saber desde qué modelo o filosofía lo
hacemos. Podemos hablar mucho sobre la libertad, la vida, la economía, el
sufrimiento o la mismísima muerte; pero ¿desde qué modelo o filosofía lo hacemos?
A la base de lo que hablamos, implícito o explícito está un modelo o una filosofía que nos dé visión del tema dentro de un contexto general de la realidad.
Sin embargo, hay algo que ha empañado siempre la visión de la realidad, y sigue
empañándola, nos dirá Rielo. Este algo son las ideologías que, en sus prejuicios,
distorsionan dicha visión e, incluso, la pueden degradar profundamente. El
reconocimiento de una ideología lo obtenemos por su estructura reductiva, excluyente
e intolerante. Las ideologías reducen, en lugar de potenciar; excluyen, en lugar de
incluir; y fanatizan, en lugar de activar la apertura y el diálogo.
Si nos referimos al cuerpo, a la psique y al espíritu del ser humano, cualquiera
de estas dimensiones que tomemos, elevadas a absoluto, incurren en ideología:
el ser humano no es sólo cuerpo, ni es sólo psique, ni es sólo espíritu.
De este modo, el materialismo o fisicalismo, el psicologismo o conductismo y el
espiritualismo o idealismo gnoseológico, son ideologías porque, absolutizando una
sola dimensión, presentan la realidad del ser humano reducida a esa dimensión
con exclusión de todas las demás.
La tendencia ideologizante está presente en la reflexión, en el discurso, en la
filosofía, en la política, en la religión. Nadie estamos libres de la tentación de las ideologías; lo que tenemos que hacer es no caer en ella. Toda ideología intentará siempre forjar un discurso justificativo e impositivo cuyos frutos podemos observar en el comportamiento de quien está preso en sus garras: la reducción, la exclusión y la intransigencia son el resultado que todos podemos observar en cualquier ideología.
Si nos referimos a la vida, no podemos incurrir en el simplismo de lo que dicta
sólo la matematización y el experimento de las ciencias biológicas y limitarnos a las expectativas generadas con la secuenciación del genoma humano, junto con los
avances tecnológicos, que permiten a los científicos diseñar insólitas terapias para
combatir enfermedades hasta ahora incurables, mejora sustancial de la calidad de
vida y el retraso del envejecimiento.
Hoy, por ejemplo, muchos tipos de cáncer ya se curan; algunas infecciones están erradicadas o a punto de erradicarse; los recientes hallazgos en cardiología alejan, en buena parte, el fantasma del infarto; los culpables de algunos trastornos cerebrales (la epilepsia, la demencia, el parkinson o la embolia) están siendo desenmascarados en tal grado que los síntomas de estas enfermedades neurológicas pueden aliviarse con la esperanza de que en pocos años se encuentre su cura.
Pero no, nuestra vida no sólo es pura biología. Nuestro cuerpo, tal como lo
percibimos, no está diseñado para la inmortalidad. Seguimos muriéndonos por
infarto, por cáncer o por otras enfermedades. El optimismo de la ciencia y su técnica no nos alivia del temor a la muerte. No reduzcamos nuestra vida a simple biología incurriendo en la ideología del biologismo.
Debemos distinguir, por lo menos, tres ámbitos de la vida: a) vida orgánica o
vegetativa, b) vida psíquica o anímica y c) vida espiritual o consciencial.
La materia, cuando llega a su grado culmen de evolución se abre a la vida;
tal hecho ocurre en la interacción de los elementos prebióticos —carbono, ácidos
nucleicos, proteínas, lípidos y glúcidos— que hacen posible que se dé la vida en
el cosmos y son los responsables de las características propias de la vida orgánica
o vegetativa.
A su vez, la vida vegetativa, en su evolución con el sistema nervioso y el cerebro,
se abre a la vida psíquica o anímica. Por último, la vida psíquica o anímica —en su
evolución con el proceso máximo de encefalización y desarrollo de la corteza cerebral— se abre a la vida espiritual o consciencial en el ser humano.
La materia inerte es incapaz por sí misma de producir la vida.
De la interacción de las cuatro fuerzas básicas de la materia —gravedad, electromagnética, nuclear fuerte y nuclear débil—, o de la interacción de las partículas elementales —quarks, leptones y gluones—, sólo pueden salir la materia y los fenómenos que se derivan de ella.
La vida no es resultado de ninguna de estas interacciones; por tanto, no puede emerger en absoluto de la materia, sino que es dada a la materia cuando ésta cumple, en su evolución, con las condiciones de posibilidad para que pueda realizarse la vida.
La materia debe llegar a un momento cumbre de apertura a la vida con el objeto de que ésta pueda darse en aquélla. La vida orgánica se sucede, a su vez, en interacción con la compositividad de la materia y la complejidad de los componentes vitales —estímulo-respuesta, instintos— dando lugar a los sentimientos, emociones, imaginación, memoria, fantasía, que son componentes psíquicos complejos.
Se constituye, de este modo, la vida psíquica o anímica: es el paso de la vegetación a la animación. La animación, por último, adquiere distintos momentos en la evolución para abrirse definitivamente al espíritu.
Hemos llegado, de este modo, a la psicomatización del espíritu que se hace persona en virtud de la divina presencia constitutiva del modelo absoluto que inhabita en aquél.
Fernando Rielo distingue .... tres momentos de la creación:
a) El primer momento es el Big-bang de la materia, que en su evolución se abre
a la vida.
b) El segundo momento es el Big-bang de la vida, que en su evolución se abre al
espíritu.
c) El tercer y postrer momento es la creación del espíritu en la concepción de un
ser humano. Este espíritu asume en sí mismo el precedente homínido con sus
funciones psíquicas y orgánicas; por ello, Fernando Rielo afirma que tenemos un
espíritu psicosomatizado.
El ser humano participa, pues, de los tres estadios de la vida, aunque hay que
afirmar, con exactitud, que su naturaleza, formada de soma, psique y espíritu,
solamente tiene una vida; esto es, está constituido por una vida espiritual o
consciencial que asume, reduciendo a cero ontológico el precedente anímico y
vegetativo, todo el específico de la vida psíquica y también todo lo específico de la vida orgánica.
Fernando Rielo concibe la “transformación” no como cambio de una forma en otra de tal modo que la primera es aniquilada por la segunda; nuestro autor
afirma que no existe la aniquilación, sino la reducción a cero de una forma por otra
forma que asume el específico de la anterior de tal modo que este específico pasa a
ser de la forma asumente sin ser aniquilada, sino reducida a cero la asumida.
En nuestro caso, el espíritu es la forma asumente que hace suyo el específico de la psique y el específico del soma, reduciendo a cero la forma anímica y la forma estructural del cuerpo con el objeto de asumir sus específicos.
De aquí, que no sean tres vidas, sino única vida espiritual o consciencial que
asume el vital carácter psicológico y el vital carácter orgánico del precedente
homínido. Por ello, en unidad de naturaleza, el ser humano es un espíritu
psicosomatizado en el que pueden diferenciarse el carácter orgánico y el carácter
psicológico de la vida consciencial con sus funciones vegetativo-compositivas y sus
funciones psíquico-complejas.
Tengamos en cuenta, por otra parte, que es el ser humano, con su espíritu
psicosomatizado, el que hace ciencia, sociedad, historia, arte, religión. Por tanto,
debemos saber primero quién es el sujeto de la ciencia experiencial y experimental
con el objeto de discernir mejor su estructura y su origen y cuál puede ser su finalidad y su relación con el modelo absoluto.
Debemos ir primero al análisis de nuestra consciencia humana. En ella,
observamos que está presente como objeto de conocimiento todo lo que es finito o
relativo, y también está presente el infinito o absoluto en cuanto que tenemos
consciencia de estar abiertos a este infinito o absoluto.
La presencia de lo finito y la presencia del infinito están presentes en nuestra consciencia como objetos de conocimiento y como límite formal (lo finito) y límite transcendental (el infinito); pero no están presentes del mismo modo: lo finito está presente limitándonos; el infinito está presente potenciándonos, abriéndonos a sí mismo. Por ello, no somos ni finitos ni infinitos; antes bien, finitos abiertos al infinito.
¿Qué es lo que nos define como personas? En ningún caso, nos puede definir lo menos,
sino lo más; esto es, nos define la presencia del infinito que, por ser definiens,
es constitutiva, esencial, y en ningún caso accidental. Es también presencia absoluta o divina porque el modelo absoluto, concepción genética del principio de relación, son personas divinas: a nivel racional, dos personas divinas, Binidad, en inmanente complementariedad intrínseca [P1 =P2]; a nivel revelado, tres personas divinas, Trinidad, en inmanente complementariedad intrínseca [P1 =P2 =P3].
La divina presencia constitutiva del modelo absoluto en nuestro espíritu deja a
éste en estado de ser y acto de ser consciencial; por eso, nuestro espíritu, como
consciencia potestativa, tiene forma de ser y razón de ser. A este estado, acto, forma y razón de ser del espíritu lo denomina Fernando Rielo “gene ontológico o místico”: es la réplica, en un espíritu creado, del gene metafísico o divino, impreso en nosotros por la divina presencia constitutiva del modelo absoluto.
Nuestro organismo se caracteriza por multitud o compositividad de genes físicos
(de 25.000 a 30.000 genes, según el proyecto del genoma humano); nuestra psique se
forma por la complejidad del gene psíquico; y nuestro espíritu se define por la
simplicidad del gene ontológico o místico.
El espíritu, lejos de la compositividad de la materia y de la complejidad de
la psique, no puede tener sino único gene ontológico o místico a imagen y semejanza
del único gene absoluto; esto es, del único gene metafísico o divino en que consiste la concepción genética del principio de relación, constituida por personas divinas. La geneticidad espiritual asume en sí misma la geneticidad psicológica y la geneticidad biológica dando unidad, dirección y sentido a la vida integral de la persona humana.
Debemos hablar, por tanto, de la geneticidad del espíritu, de la geneticidad de la
psique y de la geneticidad del organismo o soma.
La vida del espíritu es la que es infundida por la divina presencia constitutiva del
modelo absoluto; por tanto, es vida ontológica o mística. Se denomina vida
ontológica porque atañe al ser; esto es, al “ontos” del espíritu. Dicho de otro modo, la vida ontológica, en Rielo, corresponde al estado de ser, acto de ser, forma de ser y razón de ser de nuestro espíritu.
A esta vida ontológica la denomina también “vida mística” porque este estado, acto,
forma y razón de ser es experiencia del amor o apertura del espíritu a la infinitud.
Nuestro autor afirmará, además, que el espíritu humano es éxtasis incoado porque
la divina presencia constitutiva del modelo absoluto es el “+” que rompe la identidad del espíritu en cuanto espíritu, haciéndolo salir de sí abriéndolo al Absoluto y a lo que, no siendo el Absoluto, halla su forma y razón de ser en el Absoluto.
La divina presencia constitutiva del modelo absoluto en el espíritu humano es,
para Fernando Rielo, “principio concreacional” y “epistémico”. Es principio
concreacional porque acompaña a la creación del espíritu, capacitándolo con las
estructuras y operadores genéticos que aquél requiere para ser persona. Estas
estructuras y operadores, que constituyen el gene ontológico o místico, no son otras
que el contrapunto de los atributos divinos en el espíritu creado: la “bondad divina” del modelo absoluto, por ejemplo, es “bondad mística u ontológica” en la persona humana.
Rielo establece con ello las proposiciones genéticas respecto de los
atributos: verdad, bondad, hermosura, unidad, amor, justicia, etc.; expresándolas del siguiente modo: “la verdad en la persona humana es mística u ontológica verdad de la divina o metafísica verdad”; “la bondad es mística u ontológica bondad de la divina o metafísica bondad”, etc., que es como decir, refiriéndonos, por ejemplo, a la verdad: “mística u ontológica verdad a imagen y semejanza de la divina o metafísica verdad.
La divina presencia constitutiva es “principio epistémico” porque, actuando en
las estructuras y operadores genéticos, nos inspira el objeto de conocimiento y la
actuación positiva con respecto a este objeto; esto es, nos hace conocer,
transcendentalmente, el objeto con el mismo conocer con el que el modelo absoluto
conoce, teniendo en cuenta que el espíritu creado posee en su límite formal múltiples limitaciones, condicionamientos y resistencias, que de ningún modo tiene el Absoluto.
Nuestro conocimiento, por tanto, no puede ser sino un conocimiento finito
abierto al infinito. En la medida en que el sujeto humano reduzca —por la iniciativa
inspiradora y por su respuesta a la inspiración— su límite formal, se acercará más al conocimiento del modelo absoluto, cuya presencia constitutiva en el espíritu le abre, en sus estructuras y operadores genéticos, al límite transcendental.
Nadie ni nada salva al ser humano del esfuerzo que debe hacer para responder a esta inspiración constitutiva con el fin de hacer ciencia, arte, política, sociedad, etc., y así poder transformar la realidad para su bienestar físico, psíquico y espiritual.
Esta inspiración se da, como el sol y la lluvia, a buenos y malos, a creyentes e incrédulos. El Génesis 3,19 corrobora este hecho universal: “Comerás el pan con el sudor de tu frente”.
No hay descubridor, ni premio Nobel, ni profesional, ni nadie que no haya trabajado y sufrido sus hallazgos, su premio, su profesión o, incluso, su luchar para vivir cada día.
Si me refiero a la ciencia, ésta consiste en el conocimiento de la realidad en
todos sus ámbitos con el objeto de actuar sobre ellos y servir al bienestar físico,
psíquico y espiritual del ser humano en su nivel personal y social. La realidad, por
otra parte, se presenta, desde el punto de vista material y fenomenológico,
matematizable y experimentable; es el dominio de las ciencias experimentales, que
tienen como lenguaje la matemática.
Otra cosa es la realidad desde el punto de vista de lo que no es cuantificable, ni
matematizable, ni experimentable. El experimento se realiza teniendo en cuenta los
sentidos y la potenciación de estos con la ayuda de la técnica.
Sin embargo, existe un amplio campo, dentro de la realidad, que, no siendo
experimentable, sí es matematizable y capaz de conocer o predecir hechos físicos o
fenomenológicos. Pero existe un amplísimo campo que no es ni matematizable ni
experimental; éste pertenece a la realidad incuantificacional y puede ser definido y
experienciado o vivido, pero no matematizado ni experimentado. Su lenguaje no es la
matemática, sino la metafísica.
El instrumento no es la medida, ni la experimentación, sino la vivencia o la experienciación.
Hemos visto el ámbito biológico u orgánico, al que contribuyen todas las
ciencias experimentales o de la naturaleza. Pero tenemos también los ámbitos psicobiológico, psicológico, psico-espiritual y espiritual. Si nos referimos al campo psicobiológico, éste participa de la experimentación y de la experienciación, pues en lo psico-biológico existe algo que es puramente matematizable y experimentable, y algo que es sólo definible y experienciable.
La manifestación de los sentimientos y emociones, por ejemplo, se da en un campo matematizable y experimental; sin embargo, la unidad, dirección y sentido de los sentimientos no corresponde a lo matematizable y experimental, sino a la definición y a la vivencia, requiriéndose, para ello, el lenguaje metafísico y ontológico.
El ámbito psicológico participa más de lo incuantificable que de la cuantificación:
el contenido de la razón, del deseo y de la intención, si bien tienen su manifestación psicosomática, y por tanto experimental, es un contenido complejo, que tiene mucho de experiencialidad o de vivencia, aunque puede ser objeto de la lógica formal.
Es aquí donde naufragan todos los formalismos porque se cierran en una razón que deja sin unidad, dirección y sentido transcendentes al objeto de consciencia. Debemos tener cuidado en no identificar el campo de la formalidad de la razón con el campo de la metafísica.
Más allá de la razón, del deseo y de la intención, están las funciones psicoespirituales como la intuición, la fruición y la libertad, cuyo contenido es netamente experiencial o de la vivencia. Pero más allá de estas funciones psicosomáticas y psicoespirituales, podemos hallar la potencia de unión que caracteriza a nuestro espíritu y es la fuerza por la cual podemos unir nuestras facultades y sus funciones, y podemos salir de nosotros mismos para unirnos con el Absoluto, con nuestros semejantes, con la naturaleza y el cosmos.
Esto no sería posible sin que la divina presencia constitutiva del modelo absoluto deje constituida a la potencia de unión en consciencia y potestad ontológicas; esto es, la divina presencia constitutiva deja a nuestro espíritu en estado, acto, forma y razón de ser de una consciencia ontológica o mística que se proyecta en las facultades y sus funciones psicoespirituales y psicosomáticas.
Es cierto que la experiencia del ser humano es una, y ésta es experiencia de un
espíritu psicosomatizado; por tanto, tiene como propiedades las funciones
psicoespirituales y psicosomáticas: la intuición, la fruición, la libertad, la razón, el deseo, la intención, la memoria, la imaginación, el sentimiento, la emoción, los instintos, los estímulos, las sensaciones, los sentidos, etc. Por eso, debemos decir no que tenemos experiencia racional, emotiva o imaginativa, sino más bien “carácter racional, emotivo, imaginativo, intuitivo, intencional, instintivo, sensible, etc., de nuestra única experiencia, que es experiencia espiritual.
Ahora bien, metodológicamente, con el objeto de hacer ciencia, debemos considerar la realidad bajo su dimensión cuantificacional, matematizable y experimentable, y su dimensión incuantificacional, definible y experienciable o vivencial.
La primera la constituyen las ciencias experimentales cuyo lenguaje es la
matemática; la segunda la constituyen las ciencias experienciales o de la vivencia,
cuyo lenguaje es la metafísica y la ontología o mística.
No son dos tipos diferentes de experiencia, sino única experiencia humana que adquiere dos formas: experimental, para todo lo que es cuantificable; experiencial, para todo lo que no es cuantificable, teniendo en cuenta que todo lo que no es cuantificable es muchísimo más vasto e importante en el ser humano, como son, por ejemplo, los contenidos de la verdad, la bondad, la hermosura, la justicia, la creencia, la expectativa, el amor y un largo etcétera.
La constante transcendental de todas las ciencias, nos explica Rielo, es la
inspiración en virtud de que la divina presencia constitutiva del modelo absoluto en el espíritu humano es el principio epistémico inspirador de toda verdad, bondad,
hermosura, inspirador de toda creatividad y quehacer positivo del ser humano.
La constante formal es distinta en cada una de los dos niveles de ciencia: en las
ciencias experimentales, la constante formal es la unidad de medida; en las ciencias
experienciales, la constante formal es la unidad de vivencia.
La metodología genética tiene, finalmente, una actitud metodológica que no
podemos ignorar:
1) Debemos llevar la inteligencia a límite en tal grado que el término que
resulta, a la visión intelectual bien formada, es el modelo absoluto bajo la razón de axioma absoluto que da unidad, dirección y sentido al objeto de nuestra inteligencia.
2) Debemos llevar nuestra voluntad a límite en tal grado que el término que
resulta, a nuestro compromiso ontológico, es el modelo absoluto bajo la razón de
fundamento que da unidad, dirección y sentido al objeto de nuestra voluntad.
3) Debemos llevar nuestra tendencia unitiva a límite en tal grado que el término
que resulta a nuestra unión, en sentido último, es el modelo absoluto bajo la razón de principio que da unidad, dirección y sentido al objeto de nuestra unión.
Resumo en dos palabras esta ponencia. El modelo absoluto no es otra cosa que
el amor absoluto entre personas divinas, que se hacen constitutivamente presentes en
el ser humano infundiendo su amor en nuestro espíritu y haciendo de éste místico
amor de su divino amor. Podemos comprender, entonces, que el mayor testimonio de
amor es, como afirma Cristo con su palabra y con su ejemplo, “dar la vida”. Quien
está dispuesto a dar la vida, y no a quitarla, y la vida se puede dar de muchas formas y en múltiples dimensiones, entra de lleno en la comprensión de la concepción
genética del principio de relación.
José María López Sevillano
Presidente del Colegio de Doctores
jueves, 12 de noviembre de 2009
IV CONGRESO MUNDIAL DE METAFÍSICA
De como saberes y experiencias diversas y dispersas: la fe, la teología, la metafísica y la ciencia buscan encontrar su puesto en una colaboración al servicio del ser humano.
Del 5 al 7 de noviembre se ha celebrado en Roma el IV Congreso Mundial de Metafísica, organizado por la Escuela Idente, la Fundazione Idente di Studi e Ricerca ( Estudio e Investigación) y el Instituto Internacional de Metafísica y Mística, contando con la colaboración de la Fundación Ortega y Gasset, y de la Fundación Fernando Rielo.
Este evento internacional viene celebrándose trianualmente desde el año 2000. Han participado 170 profesores de distintas Universidades del mundo, contando con una gran participación española.
En la sesión de apertura, el Presidente de Honor del Congreso, Cardenal Camilo Ruini subrayó como el Papa Benedicto XVI, en su ultima Encíclica Caritas in Veritate ha incluido el pensamiento metafísico en su reflexión sobre el desarrollo humano integral, afirmando que la doctrina social de la Iglesia permite a la fe, a la teología, a la metafísica y a la ciencia encontrar su puesto en una colaboración al servicio del hombre.
Por su parte, el Presidente del Congreso, Dr. Jesús Fernández Hernández, señalo como para Fernando Rielo, creador e impulsor de este Congreso Mundial, la metafísica, si quiere ser autentica, debe procurar una visión bien formada de la realidad desde un modelo absoluto que tiene que situarse lejos de las corrientes escépticas y relativistas.
Subrayó como las ideologías han empañado la filosofía, la política, la ciencia y la religión, sumiendo a la persona humana en el pensamiento errático de tres reduccionismos fundamentales: el filosófico, el político y el religioso.
La conferencia inaugural la impartió el Dr. Jesus Conill Sancho, Catedrático de la Universidad de Valencia, con el sugerente titulo: ¿Neurometafisica como Filosofia Primera?
Las sesiones se han desarrollando en mesas redondas, y comunicaciones distribuidas por grupos de idiomas en italiano, español e ingles. La temática de las mesas redondas ha sido: Metafísica y Persona; Metafísica y Sociedad; Metafísica y Arte; Metafísica y Teología; y el Modelo Genético de Fernando Rielo.
La conferencia de clausura la impartió el Presidente de la Escuela Idente, Dr. D. Jose M. López Sevillano, quien desarrollo las “Implicaciones del Modelo Genético de Fernando Rielo en las ciencias experienciales y experimentales, a la que siguió un animado coloquio.
D. David G. Murray, Director del Comité Cientifico, expuso las conclusiones del Congreso, comenzando con una pregunta: ¿es posible un pensamiento cristiano post-metafísico? o ¿puede prescindir totalmente la filosofía actual de la metafísica?, habría que responder: los seres humanos hacen metafísica porque necesitan explicarse la experiencia de apertura al absoluto que ya poseen. Las concepciones metafísicas nacen en el marco de esta exigencia vital.
En este sentido —manifestó— que el Modelo Genético propuesto por Fernando Rielo —que algunos ponentes de este Congreso han comentado— surge de la experiencia humana de apertura al infinito y plantea una concepción del absoluto que sea plenamente compatible con esa experiencia.
Una metafísica “bien formada”, en expresión rieliana, permite, a su vez, que en el ámbito cultural se pueda aclarar la comprensión de la experiencia mística presente en la humanidad y favorecerla a través de una comunicación adecuada. Así, la metafísica nace de la vida mística a la vez que la enriquece con su visión y su lenguaje. En esta perspectiva, están emergiendo de este Congreso unos proyectos que responden a la necesidad de mayor comunicación y aplicación de las intuiciones recibidas.
Es necesario, por ejemplo, potenciar el diálogo con las metafísicas clásicas o tradicionales para determinar el origen experiencial de sus observaciones más sentidas y colocarlas en un texto comparado con los intentos recientes de renovar la metafísica, notablemente las propuestas rielianas, de tal manera que esta reflexión transcendental emerja reforzada y ampliada en la cultura general.
Por otra parte, se formula un Modelo Absoluto —subrayo— no sólo para hablar de la infinitud, sino para iluminar las actividades concretas de los seres humanos. Este es el espíritu de las referencias a la metafísica en la reciente Encíclica Caritas in veritate, donde el Papa precisa los múltiples saberes que han de colaborar a distintos niveles de reflexión para promover el desarrollo humano integral.
Concluyo que también los frutos de una visión metafísica y mística han de compartirse e interaccionar con los campos que conciernen a la salud humana —como son la medicina, la psiquiatría y la psicología— teniendo en cuenta que el modelo de vida y el sentido último que se plantee una persona impacta profundamente su bienestar. Lo mismo puede decirse de la pedagogía y la formación humana en general.
El desarrollo de estas líneas supone el reto de seguir organizando encuentros para poderlas llevar a cabo.
El Dr. D. Jesús Fernández Hernández, Presidente del Congreso, lo clausuró manifestando su convencimiento de que se había logrado un espacio de intercambio de ideas y de amistad muy fructífero, agradeciendo la participación de todos los profesores.
Esta información que está tomada de la fuente original, se puede ampliar en la página web del Congreso: www.metaphysics2009.org
Del 5 al 7 de noviembre se ha celebrado en Roma el IV Congreso Mundial de Metafísica, organizado por la Escuela Idente, la Fundazione Idente di Studi e Ricerca ( Estudio e Investigación) y el Instituto Internacional de Metafísica y Mística, contando con la colaboración de la Fundación Ortega y Gasset, y de la Fundación Fernando Rielo.
Este evento internacional viene celebrándose trianualmente desde el año 2000. Han participado 170 profesores de distintas Universidades del mundo, contando con una gran participación española.
En la sesión de apertura, el Presidente de Honor del Congreso, Cardenal Camilo Ruini subrayó como el Papa Benedicto XVI, en su ultima Encíclica Caritas in Veritate ha incluido el pensamiento metafísico en su reflexión sobre el desarrollo humano integral, afirmando que la doctrina social de la Iglesia permite a la fe, a la teología, a la metafísica y a la ciencia encontrar su puesto en una colaboración al servicio del hombre.
Por su parte, el Presidente del Congreso, Dr. Jesús Fernández Hernández, señalo como para Fernando Rielo, creador e impulsor de este Congreso Mundial, la metafísica, si quiere ser autentica, debe procurar una visión bien formada de la realidad desde un modelo absoluto que tiene que situarse lejos de las corrientes escépticas y relativistas.
Subrayó como las ideologías han empañado la filosofía, la política, la ciencia y la religión, sumiendo a la persona humana en el pensamiento errático de tres reduccionismos fundamentales: el filosófico, el político y el religioso.
La conferencia inaugural la impartió el Dr. Jesus Conill Sancho, Catedrático de la Universidad de Valencia, con el sugerente titulo: ¿Neurometafisica como Filosofia Primera?
Las sesiones se han desarrollando en mesas redondas, y comunicaciones distribuidas por grupos de idiomas en italiano, español e ingles. La temática de las mesas redondas ha sido: Metafísica y Persona; Metafísica y Sociedad; Metafísica y Arte; Metafísica y Teología; y el Modelo Genético de Fernando Rielo.
La conferencia de clausura la impartió el Presidente de la Escuela Idente, Dr. D. Jose M. López Sevillano, quien desarrollo las “Implicaciones del Modelo Genético de Fernando Rielo en las ciencias experienciales y experimentales, a la que siguió un animado coloquio.
D. David G. Murray, Director del Comité Cientifico, expuso las conclusiones del Congreso, comenzando con una pregunta: ¿es posible un pensamiento cristiano post-metafísico? o ¿puede prescindir totalmente la filosofía actual de la metafísica?, habría que responder: los seres humanos hacen metafísica porque necesitan explicarse la experiencia de apertura al absoluto que ya poseen. Las concepciones metafísicas nacen en el marco de esta exigencia vital.
En este sentido —manifestó— que el Modelo Genético propuesto por Fernando Rielo —que algunos ponentes de este Congreso han comentado— surge de la experiencia humana de apertura al infinito y plantea una concepción del absoluto que sea plenamente compatible con esa experiencia.
Una metafísica “bien formada”, en expresión rieliana, permite, a su vez, que en el ámbito cultural se pueda aclarar la comprensión de la experiencia mística presente en la humanidad y favorecerla a través de una comunicación adecuada. Así, la metafísica nace de la vida mística a la vez que la enriquece con su visión y su lenguaje. En esta perspectiva, están emergiendo de este Congreso unos proyectos que responden a la necesidad de mayor comunicación y aplicación de las intuiciones recibidas.
Es necesario, por ejemplo, potenciar el diálogo con las metafísicas clásicas o tradicionales para determinar el origen experiencial de sus observaciones más sentidas y colocarlas en un texto comparado con los intentos recientes de renovar la metafísica, notablemente las propuestas rielianas, de tal manera que esta reflexión transcendental emerja reforzada y ampliada en la cultura general.
Por otra parte, se formula un Modelo Absoluto —subrayo— no sólo para hablar de la infinitud, sino para iluminar las actividades concretas de los seres humanos. Este es el espíritu de las referencias a la metafísica en la reciente Encíclica Caritas in veritate, donde el Papa precisa los múltiples saberes que han de colaborar a distintos niveles de reflexión para promover el desarrollo humano integral.
Concluyo que también los frutos de una visión metafísica y mística han de compartirse e interaccionar con los campos que conciernen a la salud humana —como son la medicina, la psiquiatría y la psicología— teniendo en cuenta que el modelo de vida y el sentido último que se plantee una persona impacta profundamente su bienestar. Lo mismo puede decirse de la pedagogía y la formación humana en general.
El desarrollo de estas líneas supone el reto de seguir organizando encuentros para poderlas llevar a cabo.
El Dr. D. Jesús Fernández Hernández, Presidente del Congreso, lo clausuró manifestando su convencimiento de que se había logrado un espacio de intercambio de ideas y de amistad muy fructífero, agradeciendo la participación de todos los profesores.
Esta información que está tomada de la fuente original, se puede ampliar en la página web del Congreso: www.metaphysics2009.org
miércoles, 11 de noviembre de 2009
Confiamos en SUSY.....
En el LHC las informaciones de prensa dicen que se busca la llamada impropiamente" Partícula de Dios" ,el Boson de Higgs, pero aun si no se logra encontrar en el LHC se esta jugando la suerte del "Modelo Standard" que explica la aparición del Universo conocido. Y aunque fracasara la "teoría de cuerdas" que soporta teóricamente la busqueda del Boson de Higgas podría encontrarse -eventualmente -la respuesta al principal "conundrum" que aqueja a la Cosmologia: ¿ Por cual razón la Gravedad es una fuerza esencialmente distinta a todas las demás fuerzas físicas conocidas.... Si solo esto logra dilucidarse en el LHC al menos se habra dado un paso gigantesco.
Esta información aparece en el numero correspondiente al 11 de noviembre de 2009 en la famosa Revista New Scientist...
Nuevas revelaciones sobre el LHC
(tomado de New Scientist ,11 noviembre 2009 )
In SUSY we trust: What the LHC is really looking for
Dear New Scientist Reader, welcome to the New Scientist newsletter. This week, we reveal what the LHC is really looking for…..
• 11 November 2009 by Anil Ananthaswamy
• Magazine issue 2734 (with 4 images)
• For similar stories, visit the Cosmology , Quantum World and The Large Hadron Collider Topic Guides
AS DAMP squibs go, it was quite a spectacular one. Amid great pomp and ceremony - not to mention dark offstage rumblings that the end of the world was nigh - the Large Hadron Collider (LHC), the world's mightiest particle smasher, fired up in September last year. Nine days later a short circuit and a catastrophic leak of liquid helium ignominiously shut the machine down.
Now for take two. Any day now, if all goes to plan, proton beams will start racing all the way round the ring deep beneath CERN, the LHC's home on the outskirts of Geneva, Switzerland.
Nobel laureate Steven Weinberg is worried. It's not that he thinks the LHC will create a black hole that will engulf the planet, or even that the restart will end in a technical debacle like last year's. No: he's actually worried that the LHC will find what some call the "God particle", the popular and embarrassingly grandiose moniker for the hitherto undetected Higgs boson.
"I'm terrified," he says. "Discovering just the Higgs would really be a crisis."
Why so? Evidence for the Higgs would be the capstone of an edifice that particle physicists have been building for half a century - the phenomenally successful theory known simply as the standard model. It describes all known particles, as well as three of the four forces that act on them: electromagnetism and the weak and strong nuclear forces.
It is also manifestly incomplete. We know from what the theory doesn't explain that it must be just part of something much bigger. So if the LHC finds the Higgs and nothing but the Higgs, the standard model will be sewn up. But then particle physics will be at a dead end, with no clues where to turn next.
Hence Weinberg's fears. However, if the theorists are right, before it ever finds the Higgs, the LHC will see the first outline of something far bigger: the grand, overarching theory known as supersymmetry. SUSY, as it is endearingly called, is a daring theory that doubles the number of particles needed to explain the world. And it could be just what particle physicists need to set them on the path to fresh enlightenment.
So what's so wrong with the standard model? First off, there are some obvious sins of omission. It has nothing whatsoever to say about the fourth fundamental force of nature, gravity, and it is also silent on the nature of dark matter. Dark matter is no trivial matter: if our interpretation of certain astronomical observations is correct, the stuff outweighs conventional matter in the cosmos by more than 4 to 1.
Ironically enough, though, the real trouble begins with the Higgs. The Higgs came about to solve a truly massive problem: the fact that the basic building blocks of ordinary matter (things such as electrons and quarks, collectively known as fermions) and the particles that carry forces (collectively called bosons) all have a property we call mass. Theories could see no rhyme or reason in particles' masses and could not predict them; they had to be measured in experiments and added into the theory by hand.
These "free parameters" were embarrassing loose threads in the theories that were being woven together to form what eventually became the standard model. In 1964,Peter Higgs of the University of Edinburgh, UK, and François Englert and Robert Brout of the Free University of Brussels (ULB) in Belgium independently hit upon a way to tie them up.
That mechanism was an unseen quantum field that suffuses the entire cosmos. Later dubbed the Higgs field, it imparts mass to all particles. The mass an elementary particle such as an electron or quark acquires depends on the strength of its interactions with the Higgs field, whose "quanta" are Higgs bosons.
Fields like this are key to the standard model as they describe how the electromagnetic and the weak and strong nuclear forces act on particles through the exchange of various bosons - the W and Z particles, gluons and photons. But the Higgs theory, though elegant, comes with a nasty sting in its tail: what is the mass of the Higgs itself? It should consist of a core mass plus contributions from its interactions with all the other elementary particles. When you tot up those contributions, the Higgs mass balloons out of control.
The experimental clues we already have suggest that the Higgs's mass should lie somewhere between 114 and 180 gigaelectronvolts - between 120 and 190 times the mass of a proton or neutron, and easily the sort of energy the LHC can reach. Theory, however, comes up with values 17 or 18 orders of magnitude greater - a catastrophic discrepancy dubbed "the hierarchy problem". The only way to get rid of it in the standard model is to fine-tune certain parameters with an accuracy of 1 part in 1034, something that physicists find unnatural and abhorrent.
Three into one
The hierarchy problem is not the only defect in the standard model. There is also the problem of how to reunite all the forces. In today's universe, the three forces dealt with by the standard model have very different strengths and ranges. At a subatomic level, the strong force is the strongest, the weak the weakest and the electromagnetic force somewhere in between.
Towards the end of the 1960s, though, Weinberg, then at Harvard University, showed with Abdus Salam and Sheldon Glashow that this hadn't always been the case. At the kind of high energies prevalent in the early universe, the weak and electromagnetic forces have one and the same strength; in fact they unify into one force. The expectation was that if you extrapolated back far enough towards the big bang, the strong force would also succumb, and be unified with the electromagnetic and weak force in one single super-force (see graph).
In 1974 Weinberg and his colleagues Helen Quinn and Howard Georgi showed that the standard model could indeed make that happen - but only approximately. Hailed initially as a great success, this not-so-exact reunification soon began to bug physicists working on "grand unified theories" of nature's interactions.
It was around this time that supersymmetry made its appearance, debuting in the work of Soviet physicists Yuri Golfand and Evgeny Likhtman that never quite made it to the west. It was left to Julius Wess of Karlsruhe University in Germany and Bruno Zumino of the University of California, Berkeley, to bring its radical prescriptions to wider attention a few years later.
Wess and Zumino were trying to apply physicists' favourite simplifying principle, symmetry, to the zoo of subatomic particles. Their aim was to show that the division of the particle domain into fermions and bosons is the result of a lost symmetry that existed in the early universe.
According to supersymmetry, each fermion is paired with a more massive supersymmetric boson, and each boson with a fermionic super-sibling. For example, the electron has the selectron (a boson) as its supersymmetric partner, while the photon is partnered with the photino (a fermion). In essence, the particles we know now are merely the runts of a litter double the size (see diagram).
The key to the theory is that in the high-energy soup of the early universe, particles and their super-partners were indistinguishable. Each pair co-existed as single massless entities. As the universe expanded and cooled, though, this supersymmetry broke down. Partners and super-partners went their separate ways, becoming individual particles with a distinctive mass all their own.
Supersymmetry was a bold idea, but one with seemingly little to commend it other than its appeal to the symmetry fetishists. Until, that is, you apply it to the hierarchy problem. It turned out that supersymmetry could tame all the pesky contributions from the Higgs's interactions with elementary particles, the ones that cause its mass to run out of control. They are simply cancelled out by contributions from their supersymmetric partners. "Supersymmetry makes the cancellation very natural," says Nathan Seiberg of Princeton University.
That wasn't all. In 1981 Georgi, together with Savas Dimopoulos of Stanford University, redid the force reunification calculations that he had done with Weinberg and Quinn, but with supersymmetry added to the mix. They found that the curves representing the strengths of all three forces could be made to come together with stunning accuracy in the early universe. "If you have two curves, it's not surprising that they intersect somewhere," says Weinberg. "But if you have three curves that intersect at the same point, then that's not trivial."
This second strike for supersymmetry was enough to convert many physicists into true believers. But it was when they began studying some of the questions raised by the new theory that things became really interesting.
One pressing question concerned the present-day whereabouts of supersymmetric particles. Electrons, photons and the like are all around us, but of selectrons and photinos there is no sign, either in nature or in any high-energy accelerator experiments so far. If such particles exist, they must be extremely massive indeed, requiring huge amounts of energy to fabricate.
Such huge particles would long since have decayed into a residue of the lightest, stable supersymmetric particles, dubbed neutralinos. Still massive, the neutralino has no electric charge and interacts with normal matter extremely timorously by means of the weak nuclear force. No surprise then that it is has eluded detection so far.
When physicists calculated exactly how much of the neutralino residue there should be, they were taken aback. It was a huge amount - far more than all the normal matter in the universe.
Beginning to sound familiar? Yes, indeed: it seemed that neutralinos fulfilled all the requirements for the dark matter that astronomical observations persuade us must dominate the cosmos. A third strike for supersymmetry.
Each of the three questions that supersymmetry purports to solve - the hierarchy problem, the reunification problem and the dark-matter problem - might have its own unique answer. But physicists are always inclined to favour an all-purpose theory if they can find one. "It's really reassuring that there is one idea that solves these three logically independent things," says Seiberg.
Supersymmetry solves problems with the standard model, helps to unify nature's forces and explains the origin of dark matter
Supersymmetry's scope does not end there. As Seiberg and his Princeton colleague Edward Witten have shown, the theory can also explain why quarks are never seen on their own, but are always corralled together by the strong force into larger particles such as protons and neutrons. In the standard model, there is no mathematical indication why that should be; with supersymmetry, it drops out of the equations naturally. Similarly, mathematics derived from supersymmetry can tell you how many ways can you fold a four-dimensional surface, an otherwise intractable problem in topology.
All this seems to point to some fundamental truth locked up within the theory. "When something has applications beyond those that you designed it for, then you say, 'well this looks deep'," says Seiberg. "The beauty of supersymmetry is really overwhelming."
Sadly, neither mathematical beauty nor promise are enough on their own. You also need experimental evidence. "It is embarrassing," says Michael Dine of the University of California, Santa Cruz. "It is a lot of paper expended on something that is holding on by these threads."
Circumstantial evidence for supersymmetry might be found in various experiments designed to find and characterise dark matter in cosmic rays passing through Earth. These include the Cryogenic Dark Matter Search experiment inside the Soudan Mine in northern Minnesota and the Xenon experiment beneath the Gran Sasso mountain in central Italy. Space probes like NASA's Fermi satellite are also scouring the Milky Way for the telltale signs expected to be produced when two neutralinos meet and annihilate.
The best proof would come, however, if we could produce neutralinos directly through collisions in an accelerator. The trouble is that we are not entirely sure how muscular that accelerator would need to be. The mass of the super-partners depends on precisely when supersymmetry broke apart as the universe cooled and the standard particles and their super-partners parted company. Various versions of the theory have not come up with a consistent timing. Some variants even suggest that certain super-partners are light enough to have already turned up in accelerators such as the Large Electron-Positron collider - the LHC's predecessor at CERN - or the Tevatron collider in Batavia, Illinois. Yet neither accelerator found anything.
The reason physicists are so excited about the LHC, though, is that the kind of supersymmetry that best solves the hierarchy problem will become visible at the higher energies the LHC will explore. Similarly, if neutralinos have the right mass to make up dark matter, they should be produced in great numbers at the LHC.
Since the accident during the accelerator's commissioning last year, CERN has adopted a softly-softly approach to the LHC's restart. For the first year it will smash together two beams of protons with a total energy of 7 teraelectronvolts (TeV), half its design energy. Even that is quite a step up from the 1.96 TeV that the Tevatron, the previous record holder, could manage. "If the heaviest supersymmetric particles weigh less than a teraelectronvolt, then they could be produced quite copiously in the early stages of LHC's running," says CERN theorist John Ellis.
If that is so, events after the accelerator is fired up again could take a paradoxical turn. The protons that the LHC smashes together are composite particles made up of quarks and gluons, and produce extremely messy debris. It could take rather a long time to dig the Higgs out of the rubble, says Ellis.
Any supersymmetric particles, on the other hand, will decay in as little as 10-16seconds into a slew of secondary particles, culminating in a cascade of neutralinos. Because neutralinos barely interact with other particles, they will evade the LHC's detectors. Paradoxically, this may make them relatively easy to find as the energy and momentum they carry will appear to be missing. "This, in principle, is something quite distinctive," says Ellis.
So if evidence for supersymmetry does exist in the form most theorists expect, it could be discovered well before the Higgs particle, whose problems SUSY purports to solve. Any sighting of something that looks like a neutralino would be very big news indeed. At the very least it would be the best sighting yet of a dark-matter particle. Even better, it would tell us that nature is fundamentally supersymmetric.
There is a palpable sense of excitement about what the LHC might find in the coming years. "I'll be delighted if it is supersymmetry," says Seiberg. "But I'll also be delighted if it is something else. We need more clues from nature. The LHC will give us these clues."
Blood brothers?
String theory and supersymmetry are two as-yet unproved theories about the make-up of the universe. But they are not necessarily related.
It is true that most popular variants of string theory take a supersymmetric universe as their starting point. String theorists, who have taken considerable flak for advocating a theory that has consistently struggled to make testable predictions, will breathe a huge sigh of relief if supersymmetry is found.
That might be premature: the universe could still be supersymmetric without string theory being correct. Conversely, at the kind of energies probed by the LHC, it is not clear that supersymmetry is a precondition for string theory. "It is easier to understand string theory if there is supersymmetry at the LHC," says Edward Witten, a theorist at Princeton University, "but it is not clear that it is a logical requirement."
If supersymmetry does smooth the way for string theory, however, that could be a decisive step towards a theory that solves the greatest unsolved problem of physics: why gravity seems so different to all the rest of the forces in nature. If so, supersymmetry really could have all the answers.
Anil Ananthaswamy is a consulting editor for New Scientist
Esta información aparece en el numero correspondiente al 11 de noviembre de 2009 en la famosa Revista New Scientist...
Nuevas revelaciones sobre el LHC
(tomado de New Scientist ,11 noviembre 2009 )
In SUSY we trust: What the LHC is really looking for
Dear New Scientist Reader, welcome to the New Scientist newsletter. This week, we reveal what the LHC is really looking for…..
• 11 November 2009 by Anil Ananthaswamy
• Magazine issue 2734 (with 4 images)
• For similar stories, visit the Cosmology , Quantum World and The Large Hadron Collider Topic Guides
AS DAMP squibs go, it was quite a spectacular one. Amid great pomp and ceremony - not to mention dark offstage rumblings that the end of the world was nigh - the Large Hadron Collider (LHC), the world's mightiest particle smasher, fired up in September last year. Nine days later a short circuit and a catastrophic leak of liquid helium ignominiously shut the machine down.
Now for take two. Any day now, if all goes to plan, proton beams will start racing all the way round the ring deep beneath CERN, the LHC's home on the outskirts of Geneva, Switzerland.
Nobel laureate Steven Weinberg is worried. It's not that he thinks the LHC will create a black hole that will engulf the planet, or even that the restart will end in a technical debacle like last year's. No: he's actually worried that the LHC will find what some call the "God particle", the popular and embarrassingly grandiose moniker for the hitherto undetected Higgs boson.
"I'm terrified," he says. "Discovering just the Higgs would really be a crisis."
Why so? Evidence for the Higgs would be the capstone of an edifice that particle physicists have been building for half a century - the phenomenally successful theory known simply as the standard model. It describes all known particles, as well as three of the four forces that act on them: electromagnetism and the weak and strong nuclear forces.
It is also manifestly incomplete. We know from what the theory doesn't explain that it must be just part of something much bigger. So if the LHC finds the Higgs and nothing but the Higgs, the standard model will be sewn up. But then particle physics will be at a dead end, with no clues where to turn next.
Hence Weinberg's fears. However, if the theorists are right, before it ever finds the Higgs, the LHC will see the first outline of something far bigger: the grand, overarching theory known as supersymmetry. SUSY, as it is endearingly called, is a daring theory that doubles the number of particles needed to explain the world. And it could be just what particle physicists need to set them on the path to fresh enlightenment.
So what's so wrong with the standard model? First off, there are some obvious sins of omission. It has nothing whatsoever to say about the fourth fundamental force of nature, gravity, and it is also silent on the nature of dark matter. Dark matter is no trivial matter: if our interpretation of certain astronomical observations is correct, the stuff outweighs conventional matter in the cosmos by more than 4 to 1.
Ironically enough, though, the real trouble begins with the Higgs. The Higgs came about to solve a truly massive problem: the fact that the basic building blocks of ordinary matter (things such as electrons and quarks, collectively known as fermions) and the particles that carry forces (collectively called bosons) all have a property we call mass. Theories could see no rhyme or reason in particles' masses and could not predict them; they had to be measured in experiments and added into the theory by hand.
These "free parameters" were embarrassing loose threads in the theories that were being woven together to form what eventually became the standard model. In 1964,Peter Higgs of the University of Edinburgh, UK, and François Englert and Robert Brout of the Free University of Brussels (ULB) in Belgium independently hit upon a way to tie them up.
That mechanism was an unseen quantum field that suffuses the entire cosmos. Later dubbed the Higgs field, it imparts mass to all particles. The mass an elementary particle such as an electron or quark acquires depends on the strength of its interactions with the Higgs field, whose "quanta" are Higgs bosons.
Fields like this are key to the standard model as they describe how the electromagnetic and the weak and strong nuclear forces act on particles through the exchange of various bosons - the W and Z particles, gluons and photons. But the Higgs theory, though elegant, comes with a nasty sting in its tail: what is the mass of the Higgs itself? It should consist of a core mass plus contributions from its interactions with all the other elementary particles. When you tot up those contributions, the Higgs mass balloons out of control.
The experimental clues we already have suggest that the Higgs's mass should lie somewhere between 114 and 180 gigaelectronvolts - between 120 and 190 times the mass of a proton or neutron, and easily the sort of energy the LHC can reach. Theory, however, comes up with values 17 or 18 orders of magnitude greater - a catastrophic discrepancy dubbed "the hierarchy problem". The only way to get rid of it in the standard model is to fine-tune certain parameters with an accuracy of 1 part in 1034, something that physicists find unnatural and abhorrent.
Three into one
The hierarchy problem is not the only defect in the standard model. There is also the problem of how to reunite all the forces. In today's universe, the three forces dealt with by the standard model have very different strengths and ranges. At a subatomic level, the strong force is the strongest, the weak the weakest and the electromagnetic force somewhere in between.
Towards the end of the 1960s, though, Weinberg, then at Harvard University, showed with Abdus Salam and Sheldon Glashow that this hadn't always been the case. At the kind of high energies prevalent in the early universe, the weak and electromagnetic forces have one and the same strength; in fact they unify into one force. The expectation was that if you extrapolated back far enough towards the big bang, the strong force would also succumb, and be unified with the electromagnetic and weak force in one single super-force (see graph).
In 1974 Weinberg and his colleagues Helen Quinn and Howard Georgi showed that the standard model could indeed make that happen - but only approximately. Hailed initially as a great success, this not-so-exact reunification soon began to bug physicists working on "grand unified theories" of nature's interactions.
It was around this time that supersymmetry made its appearance, debuting in the work of Soviet physicists Yuri Golfand and Evgeny Likhtman that never quite made it to the west. It was left to Julius Wess of Karlsruhe University in Germany and Bruno Zumino of the University of California, Berkeley, to bring its radical prescriptions to wider attention a few years later.
Wess and Zumino were trying to apply physicists' favourite simplifying principle, symmetry, to the zoo of subatomic particles. Their aim was to show that the division of the particle domain into fermions and bosons is the result of a lost symmetry that existed in the early universe.
According to supersymmetry, each fermion is paired with a more massive supersymmetric boson, and each boson with a fermionic super-sibling. For example, the electron has the selectron (a boson) as its supersymmetric partner, while the photon is partnered with the photino (a fermion). In essence, the particles we know now are merely the runts of a litter double the size (see diagram).
The key to the theory is that in the high-energy soup of the early universe, particles and their super-partners were indistinguishable. Each pair co-existed as single massless entities. As the universe expanded and cooled, though, this supersymmetry broke down. Partners and super-partners went their separate ways, becoming individual particles with a distinctive mass all their own.
Supersymmetry was a bold idea, but one with seemingly little to commend it other than its appeal to the symmetry fetishists. Until, that is, you apply it to the hierarchy problem. It turned out that supersymmetry could tame all the pesky contributions from the Higgs's interactions with elementary particles, the ones that cause its mass to run out of control. They are simply cancelled out by contributions from their supersymmetric partners. "Supersymmetry makes the cancellation very natural," says Nathan Seiberg of Princeton University.
That wasn't all. In 1981 Georgi, together with Savas Dimopoulos of Stanford University, redid the force reunification calculations that he had done with Weinberg and Quinn, but with supersymmetry added to the mix. They found that the curves representing the strengths of all three forces could be made to come together with stunning accuracy in the early universe. "If you have two curves, it's not surprising that they intersect somewhere," says Weinberg. "But if you have three curves that intersect at the same point, then that's not trivial."
This second strike for supersymmetry was enough to convert many physicists into true believers. But it was when they began studying some of the questions raised by the new theory that things became really interesting.
One pressing question concerned the present-day whereabouts of supersymmetric particles. Electrons, photons and the like are all around us, but of selectrons and photinos there is no sign, either in nature or in any high-energy accelerator experiments so far. If such particles exist, they must be extremely massive indeed, requiring huge amounts of energy to fabricate.
Such huge particles would long since have decayed into a residue of the lightest, stable supersymmetric particles, dubbed neutralinos. Still massive, the neutralino has no electric charge and interacts with normal matter extremely timorously by means of the weak nuclear force. No surprise then that it is has eluded detection so far.
When physicists calculated exactly how much of the neutralino residue there should be, they were taken aback. It was a huge amount - far more than all the normal matter in the universe.
Beginning to sound familiar? Yes, indeed: it seemed that neutralinos fulfilled all the requirements for the dark matter that astronomical observations persuade us must dominate the cosmos. A third strike for supersymmetry.
Each of the three questions that supersymmetry purports to solve - the hierarchy problem, the reunification problem and the dark-matter problem - might have its own unique answer. But physicists are always inclined to favour an all-purpose theory if they can find one. "It's really reassuring that there is one idea that solves these three logically independent things," says Seiberg.
Supersymmetry solves problems with the standard model, helps to unify nature's forces and explains the origin of dark matter
Supersymmetry's scope does not end there. As Seiberg and his Princeton colleague Edward Witten have shown, the theory can also explain why quarks are never seen on their own, but are always corralled together by the strong force into larger particles such as protons and neutrons. In the standard model, there is no mathematical indication why that should be; with supersymmetry, it drops out of the equations naturally. Similarly, mathematics derived from supersymmetry can tell you how many ways can you fold a four-dimensional surface, an otherwise intractable problem in topology.
All this seems to point to some fundamental truth locked up within the theory. "When something has applications beyond those that you designed it for, then you say, 'well this looks deep'," says Seiberg. "The beauty of supersymmetry is really overwhelming."
Sadly, neither mathematical beauty nor promise are enough on their own. You also need experimental evidence. "It is embarrassing," says Michael Dine of the University of California, Santa Cruz. "It is a lot of paper expended on something that is holding on by these threads."
Circumstantial evidence for supersymmetry might be found in various experiments designed to find and characterise dark matter in cosmic rays passing through Earth. These include the Cryogenic Dark Matter Search experiment inside the Soudan Mine in northern Minnesota and the Xenon experiment beneath the Gran Sasso mountain in central Italy. Space probes like NASA's Fermi satellite are also scouring the Milky Way for the telltale signs expected to be produced when two neutralinos meet and annihilate.
The best proof would come, however, if we could produce neutralinos directly through collisions in an accelerator. The trouble is that we are not entirely sure how muscular that accelerator would need to be. The mass of the super-partners depends on precisely when supersymmetry broke apart as the universe cooled and the standard particles and their super-partners parted company. Various versions of the theory have not come up with a consistent timing. Some variants even suggest that certain super-partners are light enough to have already turned up in accelerators such as the Large Electron-Positron collider - the LHC's predecessor at CERN - or the Tevatron collider in Batavia, Illinois. Yet neither accelerator found anything.
The reason physicists are so excited about the LHC, though, is that the kind of supersymmetry that best solves the hierarchy problem will become visible at the higher energies the LHC will explore. Similarly, if neutralinos have the right mass to make up dark matter, they should be produced in great numbers at the LHC.
Since the accident during the accelerator's commissioning last year, CERN has adopted a softly-softly approach to the LHC's restart. For the first year it will smash together two beams of protons with a total energy of 7 teraelectronvolts (TeV), half its design energy. Even that is quite a step up from the 1.96 TeV that the Tevatron, the previous record holder, could manage. "If the heaviest supersymmetric particles weigh less than a teraelectronvolt, then they could be produced quite copiously in the early stages of LHC's running," says CERN theorist John Ellis.
If that is so, events after the accelerator is fired up again could take a paradoxical turn. The protons that the LHC smashes together are composite particles made up of quarks and gluons, and produce extremely messy debris. It could take rather a long time to dig the Higgs out of the rubble, says Ellis.
Any supersymmetric particles, on the other hand, will decay in as little as 10-16seconds into a slew of secondary particles, culminating in a cascade of neutralinos. Because neutralinos barely interact with other particles, they will evade the LHC's detectors. Paradoxically, this may make them relatively easy to find as the energy and momentum they carry will appear to be missing. "This, in principle, is something quite distinctive," says Ellis.
So if evidence for supersymmetry does exist in the form most theorists expect, it could be discovered well before the Higgs particle, whose problems SUSY purports to solve. Any sighting of something that looks like a neutralino would be very big news indeed. At the very least it would be the best sighting yet of a dark-matter particle. Even better, it would tell us that nature is fundamentally supersymmetric.
There is a palpable sense of excitement about what the LHC might find in the coming years. "I'll be delighted if it is supersymmetry," says Seiberg. "But I'll also be delighted if it is something else. We need more clues from nature. The LHC will give us these clues."
Blood brothers?
String theory and supersymmetry are two as-yet unproved theories about the make-up of the universe. But they are not necessarily related.
It is true that most popular variants of string theory take a supersymmetric universe as their starting point. String theorists, who have taken considerable flak for advocating a theory that has consistently struggled to make testable predictions, will breathe a huge sigh of relief if supersymmetry is found.
That might be premature: the universe could still be supersymmetric without string theory being correct. Conversely, at the kind of energies probed by the LHC, it is not clear that supersymmetry is a precondition for string theory. "It is easier to understand string theory if there is supersymmetry at the LHC," says Edward Witten, a theorist at Princeton University, "but it is not clear that it is a logical requirement."
If supersymmetry does smooth the way for string theory, however, that could be a decisive step towards a theory that solves the greatest unsolved problem of physics: why gravity seems so different to all the rest of the forces in nature. If so, supersymmetry really could have all the answers.
Anil Ananthaswamy is a consulting editor for New Scientist
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