Documento importante de El Mundo que entrevistó al padre del bosón, Peter Higgs, un no creyente respetuoso con la religión y sus exigencias. En la entrevista se habla de Dios y del futuro.
R.- Lo verdaderamente emocionante para mí fue la reacción eufórica de mis colegas. Cuando el director del CERN, Rolf Heuer, dijo que lo habían encontrado, de repente aquello ya no parecía un seminario científico, sino un estadio de fútbol en el que acababa de ganar el equipo de casa. Por eso me emocioné tanto, cuando realmente me di cuenta de lo que significaba todo aquello y pensé: «Ya está, por fin ha llegado».
Peter Higgs no pudo contener la emoción cuando, el pasado 4 de julio, sus colegas le ovacionaron en un abarrotado auditorio del CERN. La imagen de este sabio de 83 años, enjugándose las lágrimas con un pañuelo tras el hallazgo del bosón que lleva su nombre, quedará para siempre como uno de los momentos más inolvidables de 2012, y probablemente de toda la historia de la Ciencia. Casi medio siglo tuvo que esperar el paciente profesor Higgs para que su teoría visionaria sobre el cemento que une los ladrillos subatómicos de la materia -propuesta por primera vez en un trabajo pionero de 1964- finalmente fuera validada por el gran acelerador de partículas de Ginebra.
Desde aquel día, su vida se ha transformado como consecuencia de esa fiebre mundial que la revista New Scientist ha definido como higgsteria. Prácticamente todos los principales periódicos y cadenas de televisión del planeta le han solicitado una entrevista. Las peticiones para inaugurar calles, laboratorios, colegios y bibliotecas que llevan su nombre no paran de lloverle. Incluso ya existe una cerveza, elaborada en Barcelona, bautizada en su honor: el Higgs Boson Ale. De hecho, su buzón de correo electrónico es tan ingobernable que un equipo de cinco personas se ocupa de gestionarlo en la Universidad de Edimburgo.
Cuando era niño, nadie hubiera podido imaginar que Higgs, nacido en Newcastle (Inglaterra) en 1929, se iba a convertir en uno de los físicos teóricos más importantes del siglo XX. Aquejado de frecuentes ataques de asma, que a veces derivaban en episodios severos de neumonía, el pequeño Peter perdió muchísimos días de colegio. A su padre apenas le veía, porque era un ingeniero de sonido de la BBC que no paraba de viajar, pero fue su madre quien se convirtió en su verdadera maestra. Con el tiempo su salud mejoró, y el joven Higgs demostró poseer dotes extraordinarias para las Matemáticas.
Tras obtener tanto su Licenciatura como su Doctorado en Física en el King's College de Londres, con las calificaciones más altas, Higgs fue contratado en 1960 como profesor por el Instituto Tait de Física Matemática en la Universidad de Edimburgo, donde cuatro años más tarde lanzaría por primera vez su revolucionaría teoría del bosón. Muy cerca del despacho donde escribió aquel trabajo pionero se encuentra la Royal Society, la Academia de Ciencias de Escocia. Allí, en una heladora mañana de diciembre, el profesor Higgs concedió esta entrevista a EL MUNDO.
Pregunta.- El hallazgo del bosón ha sido sin duda una de las mejores noticias de 2012, un año por lo demás muy duro por culpa de la crisis económica. Como padre de la criatura, ¿por qué cree que es un descubrimiento tan importante?
Respuesta.- Ante todo, porque supone la comprobación de una teoría formulada hace casi 50 años, que en el campo de la Física de Partículas ha tenido un enorme éxito en todos los demás aspectos que se han ido verificando hasta ahora. Hemos estado buscando la partícula desde 1964 porque queríamos estar seguros de que esta teoría era plenamente válida. Y finalmente lo hemos conseguido, así que hemos llegado al final de un largo camino: la demostración definitiva del llamado Modelo Estándar. Pero ahora queremos aprender mucho más sobre esta partícula, ya que su comportamiento podría permitirnos averiguar lo que existe más allá de este modelo y descubrir otros tipos de materia cuya naturaleza desconocemos por completo ahora mismo, como la materia oscura.
P.- ¿Podríamos decir, entonces, que es el final de un viaje pero a la vez el principio de una nueva aventura para la Física?
R.- Por supuesto, porque aunque hemos verificado una teoría, sabemos que ese modelo no lo explica todo, y de hecho es sólo un capítulo dentro de una historia mucho más compleja. Sabemos, por ejemplo, que el comportamiento de los neutrinos no se puede explicar con esta teoría. Así que todavía nos queda mucho por comprender.
P.- ¿Cuál cree que será el próximo gran descubrimiento en el CERN?
R.- La mayoría de los físicos teóricos esperamos que sea el hallazgo de otras partículas del mismo tipo que el bosón que acabamos de encontrar. La supersimetría, una teoría que va más allá del Modelo Estándar y podría explicar la naturaleza de la materia oscura, predice la existencia de otras cuatro partículas del mismo tipo con una masa y una energía mayor. El problema ahora mismo es que quizás el LHC no produzca colisiones a una energía lo suficientemente alta como para detectarlas, porque su potencia es insuficiente.
P.- ¿Quiere eso decir que para lograr nuevos avances, necesitamos construir una máquina todavía más potente?
R.- No necesariamente, porque el propio LHC se va a renovar el año que viene para duplicar la energía que logra alcanzar en estos momentos, y eso podría ser suficiente para detectar esas nuevas partículas.
P.- ¿Cree que el hallazgo del bosón podría tener alguna aplicación, o es un avance puramente teórico?
R.- El problema es que esta partícula dura tan poco tiempo, que me parece extremadamente improbable que podamos controlarla. En el pasado, el hallazgo de otras partículas ha servido para desarrollar tratamientos médicos contra el cáncer, pero eso fue posible porque esas partículas tenían una duración más larga, de al menos una millonésima parte de un segundo. Sin embargo, si tenemos en cuenta que el bosón dura una millonésima de una millonésima de una millonésima parte de un segundo, o incluso menos, evidentemente es muy difícil manipularlo para desarrollar un haz de partículas controlable, por ejemplo, para tratar un tumor. Por eso soy más bien pesimista sobre su potencial tecnológico. Pero esto tampoco debería avergonzarnos cuando estamos hablando de un hallazgo fundamental para comprender la naturaleza de la materia.
P.- Pero entonces, ¿qué le diría a alguien que criticara la inversión multimillonaria que fue necesaria en el CERN para llevar a cabo un experimento sin ninguna utilidad práctica?
R.- Le diría que debería tener mucho cuidado con esa clase de afirmaciones, porque la investigación básica de este tipo, incluso cuando no permite aplicaciones directas, proporciona múltiples beneficios indirectos. En primer lugar, se pueden lograr muchos avances derivados del desafío tecnológico que supone construir máquinas como el LHC del CERN. Además, la formación de los jóvenes científicos que trabajan en estas instalaciones y la experiencia que adquieren permite forjar nuevas generaciones con una capacidad técnica extraordinaria. El ejemplo más claro de un beneficio indirecto del CERN, que mucha gente desconoce, es que la World Wide Web se desarrolló allí para establecer una red de comunicación entre científicos. Si no fuera por eso, la web no existiría tal y como la conocemos hoy. Al mismo tiempo, el desarrollo de los aceleradores de partículas ha permitido aplicaciones médicas muy importantes.
P.- ¿Cómo se siente en su nuevo papel de superestrella mundial de la ciencia?
R.- Pues me da bastante vergüenza, si quiere que le diga la verdad. Sobre todo porque si analizamos con detalle lo que ocurrió en 1964, en realidad yo sólo fui uno de los seis científicos que estuvimos desarrollando esta teoría. Ni siquiera fui yo el primero que publicó un trabajo sobre este tema, ya que antes lo hicieron los belgas Robert Brout y Francois Englert. Yo publiqué mi primer estudio poco después, aunque desconocía por completo el trabajo de mis dos colegas. Unos meses después, se publicó otro trabajo firmado por tres científicos del Imperial College de Londres: Tom Kibble, Gerry Guralnik y Carl Hagen. Todos estuvimos trabajando en el mismo terreno y propusimos ideas similares, pero yo me he llevado casi toda la publicidad.
P.- ¿Le parece incorrecto, entonces, que la partícula lleve su nombre? ¿Cree que es una injusticia para sus colegas que lo llamemos el bosón de Higgs?
R.- Bueno, ya me he acostumbrado a ese nombre, y es cierto que mi trabajo fue el primero que propuso de manera explícita la existencia de esta partícula, mientras que los demás autores sólo se refirieron a ella de manera indirecta. Curiosamente, el motivo por el que hablé de manera muy concreta sobre la partícula fue porque me rechazaron la primera versión del trabajo que envié a una revista científica. Aquel rechazo me llevó a expresarme con mayor claridad y ésa fue la clave.
P.- ¿Es cierto que sufrió una crisis de ansiedad la primera vez que fue a un seminario a presentar la teoría ante sus colegas?
R.- Bueno, más o menos. Cuando en marzo de 1966 fui a presentar mis ideas al Instituto de Ideas Avanzadas en Princeton, estaba conduciendo y al ver la señal que indicaba la dirección a la universidad, es cierto que me entró un ataque de pánico y tuve que parar el coche. Pero realmente no fue porque me sintiera inseguro sobre mis ideas. Fue más bien porque de repente el gran prestigio de esta institución y el hecho de que iba a hablar ante Freeman Dyson, uno de mis grandes héroes en el campo de la Física de Partículas, me impuso tanto respeto que me puse muy nervioso.
P.- ¿Cómo resistió aquellos años, cuando muchos colegas rechazaban su teoría? Supongo que ahora debe sentir una gran satisfacción y le entrará la risa al acordarse de los que despreciaban sus ideas...
R.- Por supuesto, es muy gratificante que los resultados de un experimento demuestren la validez de tus ideas después de tanto tiempo. Pero tampoco fue algo repentino o inesperado. En realidad la comprobación en el CERN fue un proceso que duró al menos un año, y ya se habían observado muchos indicios de que el bosón existía. Desde los años 70, cuando empezó a diseñarse el LEP, el acelerador de partículas que precedió al LHC, muchos físicos ya empezaron a tomarse en serio la existencia del bosón y propusieron la realización de experimentos para buscarlo. Así que en realidad todo el proceso de comprobación experimental había empezado hace más de tres décadas. Es cierto que he tenido que esperar muchos años, pero poco a poco muchos otros aspectos de la teoría se fueron verificando. Por lo tanto, yo estaba convencido de que antes o después llegaría la comprobación definitiva de esta pieza final que necesitábamos para completar el puzle.
P.- Entonces, ¿nunca tuvo dudas de que el bosón existía, a pesar de la larguísima espera?
R.- Siempre asumí que se tardaría mucho en demostrar su existencia, y que quizás yo no estaría vivo cuando se lograse. Así que mi duda no era si la teoría era correcta, sino más bien si yo viviría para ver su comprobación.
P.- ¿Cuándo se enteró de que el CERN lo había conseguido? ¿Le pilló de sorpresa o alguien ya le había soplado la noticia?
R.- Dos semanas antes del anuncio oficial, había estado en varias universidades donde trabajan físicos involucrados en los experimentos del LHC, y todos me decían que aún iban a necesitar entre tres y seis meses para analizar todos los datos. Así que a finales de junio, me fui a Sicilia para participar en un curso de verano, convencido de que no habría noticias hasta finales de 2012 como muy pronto. Pero poco después empezaron a llegarme rumores de que el CERN estaba a punto de conseguirlo, y me lo decían científicos involucrados en los experimentos que tenían más información que yo. Finalmente, el sábado 30 de junio, mi amigo el físico John Ellis, que trabaja en el CERN, me dejó un mensaje en el móvil diciéndome que si no viajaba a Ginebra el 4 de julio, me arrepentiría mucho. Así que decidí cambiar mis planes y compré un billete a Suiza. Después me enteré de que la confirmación del hallazgo sólo se había logrado en la última semana. En realidad, casi nadie pensaba que se iba a lograr tan pronto, pero de repente, en cuestión de días, se consiguieron todos los datos cruciales.
P.- ¿Qué le pasó por la cabeza en aquel inolvidable momento histórico, cuando finalmente se anunció el hallazgo en el auditorio del CERN y se le saltaron las lágrimas?
R.- Lo verdaderamente emocionante para mí fue la reacción eufórica de mis colegas. Cuando el director del CERN, Rolf Heuer, dijo que lo habían encontrado, de repente aquello ya no parecía un seminario científico, sino un estadio de fútbol en el que acababa de ganar el equipo de casa. Por eso me emocioné tanto, cuando realmente me di cuenta de lo que significaba todo aquello y pensé: «Ya está, por fin ha llegado».
P.- ¿Y cómo lo celebró?
R.- La celebración más importante tuvo lugar cuando volví a Edimburgo. Hacía tiempo había comprado una botella de champán reservada para esta ocasión, y antes de coger el avión de vuelta a casa le dije a mi hijo Johnny: «Mete esa botella en la nevera». Nos la bebimos todos en familia cuando llegué a casa.
P.- Tras el anuncio del hallazgo en el CERN, muchos creían que usted era el claro favorito para el Nobel de Física. ¿Le decepcionó el hecho de no ganarlo este año?
R.- Para nada, ¡fue un gran alivio que no me lo dieran (risas)! Desde el anuncio de julio, no he parado de recibir invitaciones y solicitudes de todo tipo, y sinceramente me alegré de no tener que gestionar en ese momento todo lo que se me hubiera venido encima con el Nobel. Prefiero tener un respiro.
P.- En todo caso, ¿cree que el bosón merece el Nobel?
R.- Por supuesto, es posible. Pero la verdad es que el comité del premio podría tener dificultades para decidir quién debería llevarse el galardón, ya que, como antes he comentado, hubo seis personas que contribuyeron a la teoría. Robert Brout desafortunadamente falleció el año pasado, así que ya sólo quedamos cinco, pero no será fácil decidir los nombres de los premiados, al menos si se mantiene la norma de que sólo puede ser un máximo de tres.
P.- Pero teniendo en cuenta que el bosón lleva su nombre, sería muy extraño que Higgs no fuera uno de los premiados, ¿no?
R.- Bueno, digamos que me parecería un golpe de muy mala suerte que no me lo dieran (risas).
P.- Stephen Hawking fue uno de los primeros que apoyó públicamente que a usted se le concediera el Nobel tras el hallazgo del bosón, después de haber apostado 100 euros a favor de que el CERN jamás encontraría la partícula. ¿Qué tal se lleva con Hawking?
R.- No le veo muy a menudo, pero le conocí cuando él aún era un estudiante de posgrado en Cambridge y yo fui a dar una conferencia allí. En aquella época ya estaba en una silla de ruedas, y a mí me impresionó porque hizo las preguntas más afiladas e inteligentes, aunque era difícil entenderle porque la enfermedad estaba empezando a afectar a su capacidad para comunicarse. Después le he visto en varias ocasiones, y la verdad es que decidí no apostar contra él cuando dijo que el bosón jamás se encontraría, a pesar de que sus argumentos me parecieron erróneos.
P.- Tras el hallazgo del bosón, usted se ha convertido en una superestrella mediática, casi tan famosa como el propio Hawking. ¿Le parece positivo que la ciencia también tenga sus celebrities, o cree que a veces se corre el riesgo de caer en la frivolidad?
R.- Lo que me parece peligroso es que se dedique una atención desmedida a las celebridades, y se les pida su opinión sobre temas sobre los que no tienen ni idea. El ejemplo más claro son los propios premios Nobel, a los que se les pide que se pronuncien sobre cuestiones que desconocen por completo. Y a pesar de ello, la gente les hace caso al asumir equivocadamente que como son muy inteligentes, todo lo que dicen tiene que ser brillante.
P.- En todo caso, el impacto mediático del bosón de Higgs demuestra que la ciencia cada día es más popular y fascina a toda la sociedad, ¿no le parece?
R.- Desde luego, la atención mediática que se dedica a la ciencia ha aumentado mucho en los últimos años, y creo que la búsqueda de esta partícula ha contribuido a ello de manera muy notable. De esto me alegro muchísimo, y espero que tenga una influencia positiva sobre nuestros políticos.
P.- Una parte de la fama del bosón de Higgs se debe sin duda al mote de la partícula de Dios, por el que se le conoce popularmente. Tengo entendido que este apodo no le gusta nada, ¿por qué?
R.- En primer lugar, no soy creyente. Pero aunque lo fuera, no me gustaría, porque incita a la gente a confundir la física con la teología. Y esto me parece mal. No hay que olvidar que el origen del apodo es un libro del físico Leon Lederman cuyo titulo original iba a ser The goddam particle (La maldita partícula), en el sentido de que era muy difícil encontrarla. Pero el editor lo cambió porque el otro título le pareció más atractivo. Así que realmente era una broma, pero la gente que no conoce esta historia se toma demasiado en serio lo de la partícula de Dios.
P.- Desde luego. No sé si sabe que en España un portavoz de la Iglesia Católica le dio la bienvenida a la partícula de Dios al considerar muy positivo que los físicos ayudaran a cimentar la fe religiosa.
R.- No lo conocía, pero la verdad es que no me sorprende. También me contaron que algunos grupos evangélicos empezaron a recurrir a la partícula de Dios para intentar convertir a la gente a su credo. Todo esto me parece lamentable.
P.- ¿Pero es usted de los que cree que la ciencia y la religión son compatibles, o considera como Richard Dawkins que la fe religiosa es un fraude desenmascarado por el conocimiento científico?
R.- Estoy de acuerdo con Dawkins, pero sólo hasta cierto punto. Creo que los avances del conocimiento científico han debilitado muchos de los motivos tradicionales que tenía la gente para mantener su fe religiosa, pero eso no es lo mismo que decir que ciencia y religión son totalmente incompatibles. Creo que una persona puede ser a la vez científica y religiosa, con tal de que sus creencias no sean dogmáticas.
P.- De hecho, en una entrevista con EL MUNDO, la directora del experimento Atlas en el CERN, Fabiola Gianotti, declaró que era creyente, y que para ella no existía conflicto alguno entre su trabajo científico y su fe católica.
R.- No me sorprende, conozco a muchos colegas en mi campo que también son creyentes. Yo no lo soy, pero tampoco estoy en contra de la gente religiosa, salvo que se comporten como fanáticos extremistas. El problema de Dawkins es que concentra todos sus ataques contra los fundamentalistas, pero evidentemente no todos los creyentes lo son. En ese sentido, creo que a veces es el propio Dawkins quien acaba adoptando una postura fundamentalista, en el extremo opuesto.
P.- En España, la crisis económica ha provocado durísimos recortes a la inversión en I+D. Si tuviera delante al presidente del Gobierno español, ¿qué le diría para intentar convencerle de la importancia de apostar por la ciencia?
R.- España es un país que ya padeció un grave retraso científico en el pasado, sobre todo durante el régimen de Franco. Pero por eso mismo creo que sería especialmente lamentable que ahora se volviera a producir un retroceso, cuando lo que necesita el país es seguir recuperando el terreno perdido. Al fin y al cabo, la mejor fórmula para asegurar su crecimiento económico sería precisamente a través del desarrollo industrial, cimentado sobre la investigación científica. Los políticos españoles deberían tener mucho cuidado y calibrar bien las consecuencias dramáticas que podría tener un retroceso de la ciencia para el futuro del país.
P.- Otro problema en la sociedad española, y en muchos otros países europeos, es la pérdida de vocaciones científicas entre las nuevas generaciones. ¿Cómo animaría a los jóvenes a apostar por la ciencia?
R.- Bueno, creo que el hallazgo del bosón precisamente ha contribuido a revivir el interés de muchísimos jóvenes por la ciencia. Yo les animaría a mantener vivo ese entusiasmo y dedicarse a intentar encontrar respuestas a las preguntas que les fascinan. Por eso lo que más me duele cuando se producen recortes en los presupuestos de ciencia es que las primeras víctimas suelen ser los investigadores jóvenes. Cuando no hay dinero para becas y contratos, el riesgo es que se puede perder a una generación entera que no podrá dedicarse a la investigación. Y eso es muy triste.
LA FÓRMULA
En la Facultad de Física de la Universidad de Edimburgo, se conserva como una reliquia una pizarra en la que Peter Higgs escribió la fórmula original en la que postuló por primera vez la existencia de su bosón en un trabajo pionero publicado en 1964. El joven Higgs había sido contratado cuatro años antes como profesor del Instituto Tait de Física Matemática en la universidad de la capital escocesa, y allí desarrolló toda su carrera académica hasta su jubilación en 1996. Desde que se anunció el hallazgo del bosón, evita pisar su vieja facultad para evitar el atosigamiento de los alumnos que le rodean para pedirle autógrafos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario