miércoles, 26 de enero de 2011

Creacionismo Especial: Diseño Inteligente


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miércoles 16 de junio de 2010


El ojo ¿mal diseñado?


Entre los argumentos favoritos de los evolucionistas está el del “mal diseño” de algún órgano o estructura animal, y si es el caso del hombre, pues mejor. La curvatura superior de la columna vertebral humana, el del tubo digestivo, o el del ojo humano son algunos de estos. Piensan que un mal diseño es una evidencia de la evolución y una ausencia, sin embargo, de todo vestigio de Diseño Inteligente, jamás se les ocurre pensar que ese aspecto “mal diseñado” obedezca a aspectos que se les escapa a sus limitadas mentes humanas. Hoy vamos a repasar aspectos del “mal diseño” del ojo humano. 

domingo 28 de febrero de 2010


El Diseño Inteligente: ¿Por qué es importante?

En el Creacionismo católico se considera al Diseño Inteligente, no como una teoría, sino como un principio, pues es una obviedad que Dios ha creado sabiamente cielos y tierra. Este principio puede ser enunciado así:

«El Universo ha sido diseñado inteligentemente (por Dios Uno y Trino) con el fin de que lo habite el hombre»
Hay quien no coloca en la definición las cinco palabras del interior del paréntesis, en un intento de que ésta pueda ser aceptada ilimitadamente por creyentes de otras religiones e incluso ateos. Con este sentido restringido, el diseñador podría ser Dios, un pandemonium, etc. Además suele ser considerado como una teoría, muy sólida, eso sí, pero con la finalidad de aportar evidencias válidas para el materialismo. Hoy coloco aquí un artículo de Jay Richards [1] sobre el Diseño Inteligente. Me he tomado la libertad (además de traducirlo del inglés) de eliminar del título la palabra 'teoría' que, al estar en combinación de "Diseño Inteligente", no me suena bien a los oídos.
Autor del artículo: Jay Richards
 En esta época científica en que vivimos, es imposible poner en cuarentena las cuestiones de la ciencia. Inevitablemente todas ellas llegan a infiltrarse en otros dominios culturales. De manera que deberíamos estar atentos a todo lo que los científicos nos dicen. En ocasiones, algo que alcanza gran trascendencia.
Por ejemplo, en The Meaning of Evolution, George Gaylord Simpson incide en que el dogma "oficial" de la corporación científica contemporánea es que: «El hombre es el resultado de un proceso natural y sin-propósito que no lo tiene a él en mente». Esta cuestión tan fundamental contrasta con la sabiduría científica de la antigüedad, que mantenía que el hombre había sido diseñado por un ser inteligente, un hecho que le dotaba tanto de su responsabilidad moral como de su libertad.

Darwin y el punto de vista materialista de la realidad.

Entonces ¿ qué es lo que cambió ?. Mientras que la mayoría de hechos históricos tienen múltiples causas, el teórico acoplamiento de la selección natural de Charles Darwin con las variaciones fortuitas aportan la energía necesaria para eliminar el concepto de diseño de las ciencias biológicas. No fue el concepto de un antepasado común universal o la modesta afirmación de que la selección natural explica algunas cosas. La teoría de Darwin era revolucionaria porque anulaba de la biología el concepto de diseño inteligente, confinándolo a un ghetto teológico marginal. Por primera vez, aparecía una explicación materialista plausible para todos esos mecanismos biológicos ingeniosos -- el cerebro y el ojo, la digestión y la circulación, las plumas y las aletas. Otros extenderían la condena del diseño inteligente a otros ámbitos para incluir el origen de la vida, y el mismo universo. Con la ayuda de intelectuales tales como Marx y Freud, nos fuimos quedando con una visión de los humanos como meros animales o máquinas que habitan un universo gobernado por el azar, y cuya conducta y pensamientos están determinados por las fuerzas inmutables e impersonales de la naturaleza y el entorno. Esta interpretación materialista de la realidad lentamente ha ido invadiendo cada aspecto de nuestra cultura. Como Daniel Dennet dice en su libro Darwin's Dangerous Idea:« La idea de Darwin había nacido como una respuesta a cuestiones de biología. Pero amenazó con filtrarse, ofreciendo respuestas, bienvenidas o no, a cuestiones de cosmología, en dirección hacia el Big Bang o hacia la psicología, o en cualquier otra dirección, para explicar la mente y el espíritu humano.... De esta manera la idea de Darwin también amenazó en extenderse aún más, disolviendo la ilusión de nuestra propia autoestima, nuestra propia chispa divina de creatividad y comprensión».


Algunos llegaron a comprender esta implicación desde muy temprano, incluyendo los autores de textos de criminología publicados en los años 1930: «El Hombre no es más responsable por el cometimiento deliberado de un crimen que una flor que se transforma en roja y se fragmenta. En ambos casos los productos finales se encuentran predeterminados por la naturaleza del protoplasma y el azar de las circunstancias».

Un mundo de algo más que salpicados de protoplasma.
Este esquema materialista disuelve nuestro sentido de responsabilidad para nuestros propios actos así como el marco ético que da consistencia a nuestras leyes. De acuerdo con esto, los materialistas definen cualquier alusión al derecho y al bien como meras palabras para el deseo de poder. El filósofo de política Jay Budziszewski ha declarado recientemente que la lógica materialista incluso ha encontrado el camino para introducirse en la Corte Suprema. Mientras que los padres fundadores basaron nuestro sistema legal «en las leyes de la naturaleza y en la naturaleza de Dios», la corte actual ha declarado que los americanos tienen un «derecho constitucional a definir el propio concepto de existencia del individuo, del significado del universo y del misterio de la vida humana» (Planned Parenthood vs. Casey, 1992). Esto puede sonar algo así como a tolerancia loable, sin embargo no aporta ninguna enseñanza legal que pueda llegar a funcionar fuera de las implicaciones relativistas de tal principio. Por contra es muy desalentador, ¿ pero qué podemos hacer ?. Los materialistas parecen disfrutar de la confirmación del más firme conocimiento científico. Quizás debamos concluir que las enseñanzas de Darwin, como dijo Nietzsche, son "ciertas pero mortales". Claramente las enseñanzas de Darwin son mortales, ¿ pero son realmente ciertas en su aplicación más amplia ?.


Durante décadas, los científicos han estado acumulando pruebas que contradicen tanto la teoría de Darwin como la gran aureola materialista que normalmente la acompaña. Muchos físicos y cosmólogos ahora reconocen que el universo tuvo un comienzo y que muchas leyes físicas parecen "precisamente ajustadas" sospechosamente para la existencia de vida inteligente. Además, los bioquímicos y biólogos han descubierto todo un mundo microscópico de sorprendente complejidad contradiciendo las simples salpicaduras de protoplasma imaginadas por Darwin. Y por si fuera poco, ahora conocemos que el ADN que especifica toda la vida es como un rico lenguaje de información. En el interior de cada célula humana se asienta una pequeña madeja de ADN codificado de un milímetro de diámetro, que si se desenrollara alcanzaría una longitud de un metro. En su libro Darwin's Black Box [2], el bioquímico Michael Behe aporta argumentos para explicar que muchos sistemas son "complejos irreductiblemente", lo que significa que sus partes individuales deben ir esencialmente juntas. Si la más simple parte se elimina, el sistema se convierte en no operativo. Estas son precisamente la clase de cosas producidas por los agentes inteligentes y eso la teoría de Darwin no lo puede explicar.


No es sorprendente, pues, que Behe y otros "teóricos del diseño inteligente" defiendan el concepto de diseño inteligente como la mejor explicación para estos fenómenos. Después de todo, sólo la amnesia colectiva nos previene de observar que un programa requiere un programador. Mi colega del Discovery Institute[1], Phil Gold expresa esto muy graciosamente: "Einstein dijo que Dios no juega a los dados con el universo. Tenía razón. Dios juega al Scrabble".


Entre Religión y Darwinismo.


¿ Pero esto no nos conduce hacia el dominio de la religión ?. Mientras que el DI ciertamente evoca cuestiones religiosas, la teoría del diseño inteligente no es religión avanzando dentro de la jurisdicción de la ciencia. Nosotros ahora disponemos de un método científico fidedigno, formalizado por el matemático y filósofo William Dembski (en The Design Inference, Cambridge University Press, 1998)[3], para detectar objetos diseñados y distinguirlos de los productos fortuitos del azar y leyes impersonales. Los científicos ya utilizan la inferencia del diseño intuitivamente en campos tales como la criptografia, arqueología y la medicina forense. Cuando se aplica a las leyes finamente ajustadas de la naturaleza, las secuencias de ADN y los sistemas bioquímicos complejos irreductiblemente de Behe, la conclusión clara es que han sido diseñados inteligentemente. No es nada sorprendente que estos asuntos estén provocando un fiero debate. Muchos guardianes de la ortodoxia científica paradigmática están lanzando calumnias para prevenir que estos nuevos enfoques puedan llegar a ser extendidos, e incluso están amenazando la libertad de los científicos para impedir que sigan el rastro de las evidencias. Su furor es comprensible, ya que ellos se dan cuenta que el diseño inteligente en las ciencias naturales, como el materialismo científico, podría llegar a tener consecuencias sociales profundas. Ya la ciencia no podría asegurar por más tiempo un enfoque materialista del mundo, en que los seres humanos no son ni explicables ni responsables. Lo que el Darwinismo y el materialismo científico han desmantelado, la teoría del diseño inteligente podría ayudar a restaurar.
NOTAS:



[1] Jay Richards es un profesor permanente del Discovery Institute’s Center for the Renewal of Science and Culture in Seattle. Para más información sobre el Diseño Inteligente, se puede visitar su web en, http://www.discovery.org/
[2] Puede leerse una reseña del articulo en, http://www.euskalnet.net/jcgorost/creacionismo/dbajom.htm
[3] Puede leerse una entrevista a ... en, http://rsanzcarrera.wordpress.com/2007/10/08/william-dembski-el-principal-teorico-del-%E2%80%9Cdiseno-inteligente%E2%80%9D/


LA GALAXIA MAS JOVEN Y LEJANA DEL UNIVERSO

 
Al mirar hacia atrás en el espacio y el tiempo, el remozado telescopio espacial Hubble está llegando donde nunca se había alcanzado. El último descubrimiento es la galaxia más lejana observada hasta ahora que es, por tanto, también la más antigua, por el tiempo que ha tardado su luz en llegar hasta el telescopio. Existía ya en la infancia del Universo, cuando este solo tenía unos 500 millones de años (alrededor del 4%) de los 13.700 millones en que se calcula su edad actual.

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ASTRONOMÍA | Nuevo descubrimiento del telescopio Hubble

La galaxia más joven y lejana del Universo

La imagen obtenida por Hubble. |NASA/ESA/G.Illingworth/R.Bouwens/HUDF09 TeamLa imagen obtenida por Hubble. |NASA/ESA/G.Illingworth/R.Bouwens/HUDF09 Team
  • Localizan una galaxia situada a unos 13.200 millones de años-luz
  • Permitirá ver el Universo como era 480 millones de años despues del 'Big Bang'
El telescopio espacial Hubble ha encontrado la que podría ser la galaxia más lejana hallada hasta ahora. Los astrónomos calculan que se formó 480 millones de años después del 'Big Bang', lo que la convertiría en la más joven (es decir, la más primitiva) de las que se conocen.
Los científicos creen que las primeras galaxias se formaron 200 o 300 millones de años después de la gran explosión que dio origen al universo (y que se calcula que tuvo lugar hace 13.700 millones de años). La nueva galaxia localizada está situada a una distancia de unos 13.200 millones de años-luz , lo que, sugiere que cada vez estamos más cerca de llegar a detectar las galaxias más primitivas.
'Como la velocidad de la luz es finita, cuanto más lejos está un objeto, más tardó su luz en llegarnos y por tanto, más joven lo vemos'
Su tamaño es minúsculo comparado con los de las galaxias masivas detectadas en el Universo cercano. La Vía Láctea, por ejemplo, es cien veces más grande que la nueva galaxia descubierta.
El estudio, publicado esta semana en la revista 'Nature', ha sido llevado a cabo por un grupo internacional de astrónomos liderados por Garth Illingworth, de la Universidad de California (EEUU), y Rychard Bouwens, de la Universidad de Leiden (Holanda).

Un hallazgo 'crucial'

Para Rafael Bachiller, directorio del Observatorio Astronómico Nacional, observar una galaxia en este estadio tiene una importancia crucial, pues nos permite desvelar los mecanismos de ensamblaje de las primeras galaxias: "Gracias a esta galaxia, estamos viendo el universo tal y como era tan solo 500 millones de años después del Big Bang. En esa época, el Universo estaba en plena 'Era de la Reionizacion' y se estaban formando las primeras estrellas".
La reciente instalación de un potente nuevo instrumento en el telescopio Hubble (Wide Field Camera 3) ha permitido a los astrónomos detectar una galaxia tan lejana.
'Si el Universo en su momento actual se compara con una persona de 25 años, observar la nueva galaxia a z=10,3 es como ver el Cosmos cuando era un bebé de un año'
Para calcular la velocidad de una galaxia, los astrónomos utilizan una medida denominada 'desplazamiento hacia el rojo' ('Redshift' en inglés), que es también una medida de la distancia. Un objeto con un desplazamiento al rojo z= 10 está aproximadamente el doble de lejos que uno de z =5. La galaxia hallada tiene un desplazamiento al rojo de z=10,3.

Una galaxia de 'récord'

"Como el Universo está en expansión, los objetos a velocidades crecientes presentan 'redshifts' crecientes", explica Bachiller. Asimismo, "como la velocidad de la luz es finita, cuanto más lejos está un objeto, más tardó su luz en llegarnos y por tanto, más joven lo vemos". Las galaxias más alejadas son las que se mueven más deprisa (y por tanto, son las que tienen 'redshift' más alto).
Se trata, por tanto, de un nuevo récord en la búsqueda de galaxias lejanas. Bachiller lo explica así: "Si al Universo en su momento actual lo comparamos con una persona de 25 años de edad, observar la nueva galaxia a z=10,3 es como ver el Cosmos cuando era un bebé de un año". El anterior récord lo tenía hasta ahora la galaxia UDFy-38135539 (con z=8,6). Fue hallada también con el Hubble aunque, como recuerda el astrónomo, fue observada después con el telescopio VLT del Observatorio Europeo Austral (ESO).

Evolución de galaxias

Garth Illingworth, el investigador que lidera esta investigación, explica que en sus búsquedas anteriores hallaron 47 galaxias de una época en la que el universo tenía unos 650 millones de años. "Sin embargo, sólo pudimos encontrar una galaxia candidata 170 millones de años antes. El Universo estaba cambiando muy rápidamente en un periodo muy corto de tiempo", añade.
Asimismo, Bachiller subraya que el estudio publicado esta semana en 'Nature' también demuestra que hay un efecto evolutivo muy importante entre las galaxias a z=10 y otras previamente conocidas hacia z=8: "Parece ser que ese periodo (entre 500 y 700 millones de años despues del 'Big Bang') fue absolutamente determinante en la construccion de las galaxias".
"No será posible ver galaxias mucho más lejos de z=10 o quizas z=15, pues antes el Universo estaba invadido por una especie de niebla (que se originó poco después del 'Big Bang'). Es lo que se denomina la Edad Oscura", explica Bachiller.
El astrónomo explica que el siguiente reto será localizar galaxias más allá de z=10, si es posible hasta z=15. Pero para ello habrá que esperar a que se construyan nuevos telescopios más potentes. En la agenda están el 'James Webb' que será lanzado al espacio hacia 2016, o el telescopio extremadamente grande (E-ELT) que está diseñando la ESO de cara a su futura construcción en Chile.
 Fuente : Teresa Guerrero | Madrid  en http://www.elmundo.es/elmundo/2011/01/26/ciencia/1296047282.html, 

Fuente original:  Nature | Letter

A candidate redshift z10 galaxy and rapid changes in that population at an age of 500Myr

Journal name:
Nature
Volume:
469,
Pages:
504–507
Date published:
(27 January 2011)
DOI:
doi:10.1038/nature09717
Received
Accepted
Published online
:

lunes, 24 de enero de 2011

Existe o no Existe Dios ???? es la gran pregunta

24/01/2011 - Documentos
¿Existe Dios? La gran pregunta
A propósito de ‘El gran diseño’ de Stephen Hawking

1
Hawking pretende demostrar la inexistencia de Dios, pero la supresión del Creador se le resiste a pesar de ser objeto de todo el libro
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Josep Miró i Ardèvol
¿Se puede refutar con una teoría científica bien sustentada la posible existencia de Dios? ¿Es por consiguiente el ateismo una concepción científica del ser humano y del Universo? Esta fue la pretensión del marxismo, para citar el precedente de mayor éxito, hoy hundido en el olvido, y vuelve a ser la afirmación del físico Stephen Hawking, quien junto con el divulgador científico Leonard Mlodinow, han escrito “El Gran Diseño”, que postula la refutación de Dios, argumentando una teoría científica muy concreta. O sea, una mezcla de alta rentabilidad editorial y alto riesgo para la credibilidad científica del autor.

Hawking pretende demostrar sin atisbo de dudas, la inexistencia de Dios, de eliminar la gran pregunta. ¿Lo logra?

Constituye toda una declaración de principios que el físico británico se cargue ya en la primera página, de paso, y sin más, la filosofía, y lo haga sin que despertar la polémica. Pero la supresión de Dios se le resiste, a pesar de ser objeto de todo el libro.

La Teoría “M”.

Para conseguir su propósito, Hawking parte de un buen principio: necesita una teoría que resulte válida en las condiciones especiales que debieron darse en el inicio del todo, el “Big Bang”, y explique lo que le precedió, el punto en el que hasta ahora se detenía la ciencia. Y con este fin utiliza la “Teoría M”, establecida en 1995 por Edward Witten, que combina las cinco teorías de supercuerdas, y la supergravedad, en 10+1 dimensiones. Entramos en el reino de lo supercomplicado, de lo escasamente inteligible. Quedémonos con la idea de que esta concepción tiene como consecuencia necesaria la existencia de incontables Universos paralelos al nuestro, en lugar de uno solo en el que vivimos, dotado de las 3+1 dimensiones que experimentamos (tres espaciales, más el tiempo). La Teoría “M” es un desarrollo especial de la Teoría de Cuerdas que establece que las partículas subatómicas son minúsculas cuerdas que vibran a cierta frecuencia, y esta exigencia de vibración necesita de al menos diez dimensiones. Claro que ya hay teóricos que proponen un mas allá, la Teoría F, donde existirían dos dimensiones del tiempo en lugar de una. La ciencia ficción ya hace años que es incapaz de seguir a la física de frontera.

La presencia de innumerables universos le permite a Hawking razonar contra el argumento antrópico, que sostiene la necesidad del Creador, a causa de los márgenes tan reducidos y precisos que son necesarios en las leyes que rigen el Cosmos, sistema solar, y la Tierra, para que pueda existir la vida humana.

Hawking postula que el Universo es un descomunal objeto cuántico de origen espontáneo, como consecuencia de una fluctuación cuántica, un cambio temporal en la cantidad de energía en un punto del espacio, que engloba todos los estados posibles. Nuestra existencia humana carece de significado porque hay tantos miles de millones de universos que en alguno debían darse las condiciones “tan” especiales que exige nuestra existencia. Los universos –dice- “fueron creados de la nada. Su creación no requiere la intervención de ningún Dios o Ser Sobrenatural sino que la multitud de universos surge naturalmente de la ley física”. La conclusión de Hawking es clara: Dios sobra porque basta la fluctuación cuántica regida por la ley física.

Demasiado endeble para tanta pretensión.

El libro de Hawking no ha recibido una buena crítica de la mayoría de sus colegas. Una de las más disolventes la formuló un viejo compañero suyo (“The Financial Times” 0409), otro crack de la divulgación y científico de primerísimo nivel, Roger Penrose. La causa de la poca acogida de su hipótesis subyace en la base teórica que lo apoya. No es una descalificación por motivos religiosos sino científicos. La Teoría “M” que sustenta la afirmación de Hawking es demasiado débil para el histórico propósito de demostrar la inexistencia de Dios. Se trata de un cuerpo teórico, controvertido por incompleto, carente de consenso científico y de la más mínima prueba empírica, y que a los quince años de su formulación todavía necesita de herramientas matemáticas que simplemente no existen. Resulta tan compleja, que es de difícil comprensión, incluso para los propios especialistas. De hecho, seguir a Hawking exige de una poderosa fe religiosa, más misteriosa que los secretos órficos. Es un ateo que necesita de la fe. Es lo normal.

Con la hipótesis de Hawking, la cuestión sigue en pie. Si las leyes físicas sustituyen a Dios, ¿quién ha creado tales leyes de tal manera que ahora nosotros podemos reconocerlas? Un chimpancé o un delfín viven su vida sin platearse tales cuestiones. El ser humano, es el único que combina la capacidad de construir teorías científicas y reconocer a Dios. ¿Responde tan insólita capacidad y relación a un insólito azar?

La opinión de los científicos.

Sobre la teoría de cuerdas en la que se apoya la Teoría “M”, y que goza de mucha mayor aceptación que esta, Penrose escribe: “Pero la cuestión más importante tiene que ver con el significado físico de estos resultados. ¿Estamos autorizados a inferir del hecho indudable de la teoría de cuerdas que ha proporcionado intuiciones profundas y previamente inesperadas en matemáticas (el subrayado es suyo) también deben ser correcta en física?” (2004/2006; 1233). En otras palabras el sofisticado desarrollo matemático de la física, puede conducir a caminos donde el planteamiento carezca de correspondencia con la realidad, de ahí la necesidad imperiosa de la verificación empírica y la capacidad predictiva, algo que ni por asomo posee la Teoría M.

Erwin Schördinger decía que “si a largo plazo uno no puede explicar a todo el mundo lo que ha estado haciendo, su trabajo carecerá de valor” (1958 /1983; 7). Einstein era más rotundo: “La mayor parte de las ideas fundamentales son esencialmente sencillas, y por regla general comprensibles para todos” (1938; 27). No es el caso de lo que nos propone la teoría que maneja Hawking. Ç

En realidad, la física cuántica que es el ámbito del conocimiento en el que se mueven todas estas cuestiones, resulta científicamente indiferente a la existencia de un Creador. Nombres clave en su concepción y desarrollo afirmaron a Dios empezando por el padre de la teoría y Nobel de física en 1918 Max Plank: ”Dios está al principio de su discurso para el creyente, y en el término del mismo para el físico”. Schöringer, creador de la mecánica ondulatoria, Nobel en 1933, afirma: “La obra maestra más fina está hecha por Dios según los principios de la mecánica cuántica”. Este último tiene un breve y valioso libro editado en español en 1983 “Mente y materia”, que es un alegato del sentido religioso. Recurriendo a Kant y Einstein desarrolla la idea de que mente y mundo pueden ser capaces de presentar otras formas que las observadas, que no podemos captar porque no guardan relación con la noción que tenemos de espacio-tiempo. En el mismo campo de juego científico hay grandes hombres que han sostenido la tesis contraria a la de Hawking.

Dentro de esta otra lectura, la Teoría “M” más que cerrar la dimensión religiosa puede ofrecer un nuevo acercamiento a ella, porque también responde a las palabras de Schöringer sobre cómo la ciencia sirve para “Abrir el camino para creer el sentido religioso, sin tener que habérselas con los resultados estrictos de la experiencia material del mundo. (…) La experiencia produce la convicción de que ella misma no puede sobrevivir a la destrucción del cuerpo, a cuya vida tal y como la entendemos, está inseparablemente ligada. ¿Entonces no hay nada después de la vida? No en la forma espacio-temporal de la experiencia, pero sí en un orden en el que nuestra noción del tiempo y del espacio, de la vida, carece de sentido”. Esta es la idea de eternidad religiosa, de la “vida eterna”. No se trata de la inmortalidad entendida como una sucesión de años, sino de algo muy distinto, la ausencia de tiempo y espacio. Dios es una realidad que existe “fuera” de nuestras dimensiones. Esa es la forma aproximada con la que podemos entender al Creador.

Aunque no se trata de hacer lo mismo que Hawking pero en sentido opuesto. La ciencia no está para demostrar o negar la existencia de Dios, si bien puede constituir una ayuda. Lo que hace el científico es dejar espacio para aquello que no tiene explicación, el misterio, como repite Penrose en las últimas páginas (1389-1398) de esa gran obra que se llama “El camino a la realidad”. Misterio concebido como un estímulo al que se responde no con presunciones ateológicas, sino con aquello que la ciencia sabe dar. Teorías construidas que conduzcan a observaciones contrastadas, ante las que después, en otro plano que ya no será el de la física y las matemáticas, cada cual desempeñe su lectura filosófica o religiosa, si se siente llamado a ello.

Si se comprende no es Dios.

En realidad, la ciencia ha despejado el terreno a la religión al erradicar groseras supersticiones materialistas, pero hay un tipo de pensamiento científico que reproduce el intento de la superstición, que no es otro que el atrapar a Dios dentro de un esquema humano. Definirlo. Y ante esa pretensión se alza la máxima de San Agustín: “Si lo comprendes, entonces no es Dios”. Nada nuevo bajo el sol después de 1600 años. Si consigues delimitarlo, definirlo con tu capacidad humana, “eso” ya no es Dios. Él solo es definible por sí mismo. “Yo soy el que soy“. El teólogo Karl Rahner (2004/2005; 20, 21), subraya lo establecido ya en el Concilio IV de Letrán, en el siglo XIII, utilizando conceptos de nuestra época. “Desde cualquier punto de partida concebible del conocimiento, no se puede afirmar sobre Dios ningún contenido de índole positiva (en el sentido de decir lo que es), sin que se haga notar a la vez una radical inadecuación entre el enunciado y la realidad misma en que se piensa”. O en términos de la época lejana y con la exactitud del latín “quia inter creatorem et creaturam non potest tanta similitudo notari, quin inter eos maior sit dissimilitudo notanda”. Porque no puede afirmarse tanta semejanza entre el Creador y la criatura, sin que haya que afirmarse mayor desemejanza. Hablar de Dios con rigor significa partir de este principio.

Esta limitación de la razón para referirse a Dios que puede herir al orgullo, tampoco resulta tan excepcional. Nadie en el ámbito estrictamente secular está dispuesto a reducir la capacidad humana sólo a aquello que pueda decirnos la ciencia. Se necesitan más dimensiones para comprender la realidad. El arte es una de ellas. ¿Cómo describiremos mejor la experiencia de una bella puesta de sol, con su interpretación en términos de variación de la longitud de onda de radiación, o con la página inspirada del narrador o el poeta? ¿Son acaso los cálculos de resistencia de las columnas centrales de la Sagrada Familia los que nos transmiten su deslumbrante belleza? La experiencia religiosa, como la búsqueda de significado en el arte, son formas humanas profundas de percibir otras dimensiones de la realidad. Su código, su formalización, es distinta al de un planteamiento matemático, pero igualmente necesario para comprender el mundo del que nuestras vidas forman parte inseparable. Como escribe Penrose en sus líneas finales de “El Camino a la Realidad”: “Hay otras cuestiones profundamente misteriosas de las que tenemos poca comprensión. Es muy probable que el siglo XXI revele ideas más maravillosas incluso que aquellas con las que nos ha bendecido el siglo XX. Pero para que esto suceda necesitaremos nuevas y poderosas ideas que nos lleven en direcciones significativamente diferentes de las que en la actualidad se están siguiendo. Quizás lo que necesitemos sea algún cambio sutil de perspectiva (…) algo que todos hemos pasado por alto”. Entre las perspectivas que la sociedad de nuestro tiempo ha pasado por alto hay una de grandiosa. La idea de Dios.

II.

El “Gran Diseño” exige una actitud religiosa.

El planteamiento de “El Gran Diseño” exige un acto de fe en un hombre, en un momento determinado de la ciencia y en una teoría muy incierta. ¿Posee rigor la pretensión de acotar el infinito inefable de Dios, cuando ni siquiera sabemos si las matemáticas existen con independencia de nosotros, o son sólo fruto de la mente humana? Pensar que Dios no existe a causa de que no es matemáticamente demostrable cuando en esta situación se encuentran las propias matemáticas, resulta excesivo. La propia idea de axioma matemático es indemostrable, por eso es un axioma. Se considera como tal porque resultan "verdades evidentes", o bien porque puede formularse de una manera bien formada que permite deducir determinadas conclusiones, configurando un todo consistente. La no demostración no es sinónimo de irracionalidad, como a veces se pretende hacer creer, y eso también debe aplicarse a la idea de Dios como respuesta racional a los grandes interrogantes, no sólo sobre el origen y fin del Cosmos, sino del porqué de nuestra existencia personal. Para la construcción de las relaciones humanas y sociales, ¿resulta un mejor axioma, no ya Dios en abstracto, sino Jesucristo, o la idea de Hawking, que nos convierte como individuos, en algo perfectamente innecesario? Sobre este último supuesto ¿qué tipo de sociedad se puede levantar?

En la pretensión de Hawking se da un transfondo crucial para el pensar. Se trata de si se puede aceptar que la formulación de una concepción que nos concierne a todos y que atañe al sentido de la vida, puede ser considerada a pesar de la contradicción que encierra. Por una parte, se fundamenta en la razonabilidad de sus supuestos y conclusiones. Por otra, resulta incomprensible para la casi totalidad de los seres humanos, estando sólo al alcance de unos pocos, y con serias discrepancias entre ellos sobre su significado. Su aceptación necesita de fe, convirtiéndose así, en un acto religioso que impide por inextricable la posibilidad de dar razón de ella. Se puede alegar que esto sucede con otras muchas teorías científicas que están sólo al alcance de los especialistas. Cierto, pero poco tienen que ver con lo que plantea Hawking, porque su mensaje no se dirige a unos expertos sino a todos los seres humanos: Dios no existe, les dice. Su libro está construido para su venta masiva. Una pretensión de esta naturaleza, sólo podría formularse si existieran hechos verificables que la apoyaran, pero tales factores no se dan. Pero incluso en este caso, podríamos continuar discutiéndolo, dada la fugacidad de muchas afirmaciones científicas. Un precedente nos basta para constatarlo. Hasta la segunda mitad del siglo XIX rigió en biología la teoría de la generación espontánea, que afirmaba que la vida podía surgir “espontáneamente” de la materia. Pasteur, el gran químico, la eliminó definitivamente. No fue el primero en cuestionarla pero sí quien la apuntilló. Hoy nadie la toma en consideración pero, con variaciones, gobernó una parte del pensamiento científico desde Aristóteles. Pues bien, la Teoría M. es algo más etérea e inobservada que la generación espontánea. Creo que lo que cuenta Hawking es interesante como apunte filosófico, esa filosofía que se carga en su libro de buen inicio. Es, en definitiva, un ateismo más pero resulta indefendible en su pretensión científica.

Todas estas consideraciones nos conducen a otra reflexión necesaria, en este caso sobre el lenguaje.

La función del lenguaje.

La función del lenguaje es, sobre todo, descriptiva. Este es el punto de vista más extendido desde las aportaciones de Russell y Wittgenstein. El lenguaje dice del mundo, de un hecho, en forma enunciativa, y de su relación con la realidad en el sentido de verdadero o falso. Habermas introdujo más tarde la consideración sobre la función de comunicación del lenguaje, la acción comunicativa, entendida como un hecho específico de la condición humana. El lenguaje es tal cuando sirve para comunicar algo; es decir, cuando transmite una información que da lugar a algún tipo de comunicación mutua, un intercambio de informaciones. Esta concepción forma parte del marco de referencia de la cultura de nuestro tiempo. De ella surge el paradigma del diálogo y el consenso en nuestra sociedad, y se extiende en el ámbito de las ciencias de la naturaleza, en la forma cómo la biología entiende a un organismo, que requiere para su existencia de la capacidad para procesar información.

Sin comunicación no existe posibilidad de comprensión.

La comunicación necesita de un lenguaje, y éste puede adoptar muchas formas, como el que expresa la música. Las formalizaciones matemáticas constituyen un lenguaje altamente preciso dotado de una inigualable capacidad de abstracción y, por consiguiente, de generalización. Y dentro de este reino del conocimiento, no existe una única lengua sino diversas, y en muchos casos intraducibles entre sí.

Lo que se comunica debe guardar relación con la naturaleza del lenguaje empleado para poseer sentido. Si tal condición no se cumple, no existe comunicación ni, por consiguiente, acto humano. Esto es lo que le sucede con la Teoría M. cuando se emplea para usos inapropiados como hace Hawking. El lenguaje sobre Dios nada tiene que ver con el que es propio de la Teoría M, por otra parte pendiente de completar. Dios exige un lenguaje que guarde alguna relación con la experiencia, y la Teoría M. no tiene una forma subjetiva de acceso. Es peor que intentar contestar en español a una carta escrita en chino por alguien que ignore esta lengua.

El lenguaje religioso, y ese es su fundamento, y su gran valor para todos, también para meditar sobre ello, es fruto de una experiencia previa, estrechamente relacionada con dos actos comunicativos muy específicos, la plegaria y la meditación. La experiencia religiosa es siempre una experiencia orante, o meditante, y su validación experimental -ese es el término que debe utilizarse con propiedad-, se fundamenta en una serie de condiciones que determinan la validez, alcance y significado de cada hecho religioso. El primero y arrolladoramente decisivo es que aquella experiencia subjetiva puede transmitirse y ser compartida por otra mucha gente. La religión es, en lo esencial, una experiencia que se comunica a una escala vastísima de seres humanos. Pero hay más:

 La validación experimental de la religión.

1.       Es inteligible para todos, con independencia de su nivel de conocimientos. Todos pueden entender sus significados fundamentales y dar razón de ello en función de su grado de formación. El hecho religioso, para ser tal, debe ser accesible tanto para el analfabeto como para el físico dedicado a las altas energías, sin pérdida en ningún caso de su significado esencial. Esta condición experimental es imposible en la hipótesis de Hawking.

2.       Posee verificación histórica. El hecho religioso, para ser tal en términos experimentales, ha de ser compartido por mucha gente, durante mucho tiempo, y por civilizaciones distintas. ¿Cuánto tiempo? Quizás 1000 años, hasta llegar viva y operante a nuestros días. Es un intervalo suficiente. Sobre todo si se produce la condición de su permanencia en culturas diferentes a las de su origen. Mil años significaría saltar hacia atrás a la Marca Hispánica y al Sacro Imperio, al Imperio Romano en un segundo brinco temporal, al rey David en el tercero, y a la aparición de la escritura cuneiforme y el inicio de las ciudades, más o menos en la época de Bronce, en el cuarto. Una religión que existiera hoy y que hubiera surgido en el periodo Carolingio poseería esta verificación. Claro que la cifra utilizada no tiene un valor literal; se trata sólo de describir la condición de un periodo suficientemente largo de tiempo.

3.       Posee una condición de globalidad, que esté extendida por la mayor parte de la Tierra. Debe poseer capacidad para una inculturización simultánea muy diversa.

4.       Posee una condición de universalidad en el sentido literal del término. Debería poder ser practicada en cualquier lugar del Universo. Por consiguiente, no podría contener como condiciones de cumplimiento obligatorio necesarias para la fe, el acceso a lugares sólo vinculados a una lógica terrestre.

5.       Dispone de una teología, es decir, de la capacidad de desarrollar un relato sobre Dios basado en la racionalidad y dotada de una metodología propia. La capacidad de acercarse a la inefabilidad de Dios desde la razón, sin desvirtuarla, y sin encerrarla en una delimitación humana. Jesucristo es en este sentido la expresión más completa de esta posibilidad, causa fundamental de que la teología cristiana sea fuertemente cristocéntrica y la más desarrollada, y con una madurez que se produce ya en las primeras centurias de su existencia. La forma más comprensible y completa de referirse a Dios es partiendo de Jesucristo. Él nos dice cómo es Dios en términos accesibles sin encerrarlo en una definición.

6.       Debe afirmarse en la libertad, en el sentido de estar sometido al debate y a la crítica pública, y no restringir la práctica de las distintas religiones.
Una religión que cumpla estas condiciones, posee una verificación que debe ser asumida por la ciencia, y es irracional desdeñarlo. Más cuando estas mismas condiciones no se dan en la negación de Dios.
Y si la religión posee aquella fuerte condición de experiencia, y verificación mucho más duradera que muchas teorías científicas, se necesita mucha prudencia antes de negar su existencia. En definitiva, han cambiado los paradigmas científicos en 2000 años pero no el cristianismo, sin que ello afecte a sus condiciones de racionalidad.

Las cuatro características de la humanidad.

Y esta especificidad humana del sentido religioso existe porque puede existir; es decir, el ser humano posee la capacidad neurobiológica para el rezo, dispone de, digámoslo así, un “espacio” cerebral que se activa sólo con la oración y la meditación profunda.

El ser humano posee cuatro capacidades que le distinguen:

1.       La capacidad de construir leyes que explican determinados fenómenos de la realidad observada.

2.       La comunicación y, por ello, el lenguaje.

3.       El acto moral y, por consiguiente, la capacidad de elección entre lo que se puede y no se puede hacer.

4.       La relación con Dios, es decir, la oración, que posee una dimensión específica.

Me he referido ya antes a las dos primeras, basta ahora por tanto referirse a la dimensión moral y a la oración.

La condición humana de ser moral es consecuencia de su naturaleza social, bien establecida como mínimo desde Aristóteles. Esta sociabilidad humana requiere de una condición moral, de una forma compartida de entender el bien y la libertad, de optar sobre su realización, y esa condición moral surge del hecho religioso. Religión y sistema moral siempre están articulados y son dependientes, porque la moral necesita de un determinado estado de la conciencia para ser asumida socialmente, algo que sólo es posible a través de la creencia religiosa. Porque en la historia no existe una sola sociedad sin creencias religiosas que haya tenido un mínimo de estabilidad, que no haya resultado fugaz, y a la vez terriblemente sangrienta para el género humano. ¿Puede darse? En términos de hipótesis quizás, pero es evidente que no como dato histórico. La condición histórica de la moral que a su vez resulta una característica necesaria del ser humano, no existe sin el hecho religioso. Esta relación no existe entre moral y ciencia.

La capacidad para rezar del Hombre, le confiere una singularidad única ligada al orden comunicativo y al conocimiento. El rezo es una fórmula especial de comunicación, la que rige en relación con Dios, que se realiza en un área específica del cerebro. Esta evidencia científica nos conduciría a un debate con pros y contras surgido de la siguiente cuestión. ¿Si Dios no existe, para qué queremos una habilidad cerebral inútil en términos evolutivos?

La religión, y por consiguiente Dios, es una realidad tan vinculada directa e indirectamente a la realidad humana, que eliminarla requiere mucho más que más que un puñado de inciertas formalizaciones matemáticas.

Fuente:
http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=19102&id_seccion=11 

The challenge of the great cosmic unknowns

The challenge of the great cosmic unknowns

Dan Falk, contributor
Picture-2.jpgIn The 4% Universe: Dark matter, dark energy, and the race to discover the rest of reality, Richard Panek explains how we came to know so little
It is an embarrassment, to say the least. Scientists have no idea what most of the universe is made of. In fact, a whopping 96 per cent of it is made of something whose very nature we are at a loss to describe - something utterly unlike the ordinary matter that makes up stars and galaxies, planets and moons, birds and bees.
Of that 96 per cent, about one-quarter is that mysterious stuff known as dark matter. Unable to interact with the electromagnetic force, dark matter is invisible. However, it does interact with gravity, so astronomers infer its presence by observing its gravitational pull on the matter we can see.
The remaining three-quarters of the cosmos, dubbed "dark energy", is even more mysterious: rather than pulling it seems to push, flinging every galaxy away from its neighbours and ultimately determining the universe's fate.
In this impeccably researched and highly readable book, journalist Richard Panek gives what is perhaps the most detailed layman's account of how we got ourselves into this predicament. Although he provides a brief tour of astronomy's roots, the emphasis is on 20th-century science, beginning with Edwin Hubble's discovery that we live in an expanding universe. That finding, combined with general relativity - Einstein's theory of gravity - led to what is now the standard model of the universe's origin: the big bang. The model became even more entrenched in the 1960s with the discovery of the cosmic microwave background, a faint echo of the primordial explosion.
As far back as the 1930s, however, it was clear that pieces of the puzzle were missing. When astronomers studied the motion of galaxies relative to one another and the speeds of their rotations, the numbers just didn't add up. In addition to the ordinary, luminous matter they could see with their telescopes, it seemed there had to be some other kind of matter lurking around those galaxies, preventing them from simply flying apart. And so dark matter was born.
As he nears the present day, Panek weaves together two separate yet closely related storylines. In the first, he takes us to sophisticated laboratories around the world where researchers are trying to isolate particles of dark matter. Their best guess is that dark matter is made of WIMPs (weakly interacting massive particles), which were created at the time of the big bang and are now fiendishly difficult to detect.

Dark matter stops galaxies flying apart, but what is it made of? 
In the second storyline, we join the hunt for dark energy, which began in the late 1990s when two teams of researchers studying distant supernova explosions reached a stunning conclusion: that the expansion of the universe is not slowing down, but speeding up.
One of Panek's earlier books was a history of the telescope. When Galileo first aimed his scope skyward just over 400 years ago, our world view changed forever. Today's discoveries are again causing a rethink, but this time Panek has a front-row seat, following researchers to their conferences and even gaining access to their emails.
Panek finds considerable drama in the squabbles over which member of which supernova team was actually the first to discover the acceleration of the universe. At the very least, there is a Nobel prize on the line, not to mention a place in history alongside the great astronomers, from Hipparchus to Hubble.
In the final chapter, Panek surveys current opinions regarding the identity of dark energy and gives a brief look at the philosophical underpinnings of modern physics. Comparing today's discoveries to Galileo's, Panek remarks, "It's 1610 all over again." After Galileo, humanity had to wait 75 years before Isaac Newton came along to make sense of it all. Let's hope we won't have to wait as long.
Dan Falk is the author of In Search of Time (Thomas Dunne, 2008)

Source: http://www.newscientist.com/blogs/culturelab/2011/01/the-challenge-of-the-great-cosmic-unknowns.html